sábado, 18 de junio de 2016

"A de Adulterio", de Sue Grafton

Ed. Tusquets
Trad. Antonio-Prometeo Moya
Barcelona, 1990


Esta novela policial es parte de la serie dedicada al detective Kinsey Millhone. Supongo que será la primera. La continuación lógica sería B, luego C, y así. Tampoco sería raro que esté salteada.
Kinsey Millhone es una detective de 32 años que vive en uno de esos pueblos superricos de la costa californiana.
Aunque a su alrededor todo sean mansiones y lujo, ella vive en un monoambiente y alquila un despacho dentro de un edificio de seguros. Tiene secretaria y pistola, dos divorcios sin hijos, padres muertos y al parecer no tiene hermanos (aunque esto quizá se aclare con otra letra, "H de hermanos", por ejemplo, etc.).
La primera frase del libro, dice: "Soy Kinsey Millhone". La última línea: "al final siempre me quedo sola conmigo misma". Aunque esta línea final es ambigua (está sola y consigo misma, o sea, duplicada se acompaña, etcétera, ergo no está sola), es imposible perderse en la historia. Además, ella es la narradora y es muy cordial con los lectores; no se ahorra nada.
Nikki la visita y le pide que investigue el asesinato de su marido, crimen del que fue acusada y pasó años presa por lo mismo. Kinsey empieza averiguaciones y encuentra: un jefe de policía huraño, que la quiere pero es rudo y apenas le da libertad de acción; un abogado (el ex socio del asesinado) con el que se encama (este hombre es fogoso y de mandíbula cuadrada), la ex esposa del occiso y un par de exmanates (una de ellas, la cirujeada esposa de un juez federal, borracha y vulgar), otro crimen con el que podría conectarse, chantajes, Las Vegas, Los Ángeles, playas, un dique, una muchacha gorda y un perro atropellado; también un anciano inválido, otro anciano que es sexi y una anciana que teje vestidos para la esposa de un actor. Por el camino, Kinsey va descubriendo un par de cosas, usualmente anodinas.
Las primeras páginas, con buena voluntad, son entretenidas. Después ya da un poco igual. Entretiene imaginar a Kinsey y las demás mujeres del libro todas son sexys, -salvo una, que es gorda. Los hombres, luego de un par de divagantes líneas, también resultan todos muy atractivos. Kinsey Millhone es una mujer sensual, algo pajera incluso, pero hace como que es distante y fría, aunque por supuesto está siempre con la entrepierna al menos tibia. Por supuesto, hay sexo (la primera noche, "hicimos el amor varias veces), pero resulta complicado por causa del trabajo y esas cosas. El sexo es tratado de manera cursi y melosa, aunque breve.
Me dio la impresión de que Kinsey era rubia. Hay muchas rubias en la novela. Ni un negro, o aborigen, tampoco un oriental o judío. El mundo de Kinsey es perfecto. Los crímenes son limpios, sin grandes efectos secundarios (la cárcel que injustamente padeció Nikki aparenta haberle hecho un bien). Solo hay dos personajes con defectos: un niño sordo y una muchacha gorda. El niño es sordo, pero hermoso; la gorda es muy noble e inteligente. Equilibrio.
Lo que más me gustó fue la descripción de una familia disfuncional. El pilar de la casa es una mujer cuya hija ha sido asesinada. Ella es modista. Su marido está inválido luego de un accidente (come papillas, no habla ni se mueve). El exyerno, un hombre hosco y algo siniestro, la ayuda con el marido lisiado visitándola todos los días. Las cosas de la hija están en un sótano: cuadernos, fotos, ropas de niña. El marido lisiado apenas escucha el nombre el nombre de la hija muerta y empieza a hacer lío. El patetismo de esta familia contrasta enormemente con el resto de la novela. Es, por decirlo de alguna manera, la dimensión humana del libro. El resto, es género.

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