Reseña publicada en el Litoral de Santa Fé: http://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2013/05/30/arteyletras/ARTE-03.html
Por Ever Roman
En temporalidad deshecha
Por Ever Roman
“El reglamento”, de Pablo Farrés. Editorial Letra Viva, 2013
Con El punto idiota (2010) y Literatura argentina (2012), ambas editadas por Pánico el Pánico -una editorial joven, alternativa al mainstream-, Pablo Farrés consiguió un rápido reconocimiento literario. Con todo, sigue siendo un escritor de culto, casi un secreto, aunque cada vez más comentado.
Ahora le toca a la afamada editorial psicoanalítica Letra Viva, que recientemente amplió su catálogo publicando ficción, dar a conocer su nueva novela, El reglamento.
Como los libros anteriores de Farrés, El reglamento es un libro de catadura sencilla pero de interior turbulento. En un gesto dieciochesco, la línea argumental se desenvuelve linealmente, o por lo menos así lo parece, pero esta linealidad va descomponiéndose infatigablemente. Aquí lo que avanza, o más bien se agita, es la maquinaria narrativa, no el argumento. No quiere decir que se presentan escollos o tropiezos, giros repentinos o subtramas (aunque proliferan, porque son inevitables), sino que el fundamento mismo atañe a la idea de progresión. El movimiento se da en una temporalidad deshecha, aunque intente delimitarse con arbitrariedades nombres, descripciones, etc.-, pero que no logran funcionar como coordenadas. No es posible ningún tipo de estabilización, los párrafos se desmiembran, las oraciones se desbaratan, las palabras pierden el hilo que mantiene unida cada letra con una intención de darle un sentido.
Gombrowicz, en Ferdydurke, recuerda toda la locura que conlleva la así llamada normalidad. Farrés se lanza al cuerpo normal de la literatura y des-cubre su descomposición constante, su movimiento ilimitado, imposible, pero terco y por lo mismo se enchastra con sus jugos gelatinosos.
Para esta novela, no es posible una ontología de la literatura sobre la cual sostener cualquier discurso ni el de argumento, o personaje, ni de temporalidad-, sino que acercarse a ella implica asumir, existencialmente, el corazón del no-ser, de la imposibilidad. Es por esto que para el narrador de El reglamento no es viable fundamentar nada. A lo sumo, una esencia de la literatura podría ser el nonsense (“Wacsac o Watsac”, dice el narrador), pero un nonsense sin sonido ni dirigido a nadie como tal, sino falseado, travestido de lógica, de sentido. Entonces, escribir es una forma de instalarse en el delirio de la letra.
Lo más elogiado por la crítica es la poesía que se encuentra en la prosa de Farrés. Esta atención no es gratuita. Se disfruta casi en cada línea.
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