Entrevista a Damián Cabrera, ganador del Premio Roque Gaona 2012. Su novela "Xiru" es uno de los libros de ficción más importantes publicados en Paraguay el año pasado. Sojales, agrotóxicos, machismo y homosexualidad, entreverados en una bucólica melancolía triplefronteriza, alumbran la historia que nos presenta.
¿Qué tal el premio?
Me gusta pensar que antes que un premio es un reconocimiento, de muchas maneras: quizás las personas que la leyeron y decidieron elegirla se reconocieron en ella, o reconocieron en ella algo de este tiempo. No creo que uno de estos premios tenga la capacidad de “autorizar” a alguien, ni de validar lo que uno dice, pero por su naturaleza –no fue convocado por ninguna editorial, ni hay intereses económicos de parte de los convocantes- creo que es interesante como señuelo, para proponer la lectura, o la exploración de un texto, que es otro de los sentidos de la palabra reconocimiento. En primera instancia, este libro supuso intensas transformaciones en mi vida.
¿Hay intención de narrar el Paraguay en tu escritura?
Siempre me ha producido curiosidad la representación que varios autores han hecho de un “Paraguay insular”. Creo que de alguna manera esta representación está instalada en nuestros imaginarios, y supongo que también tiene sus implicancias en nuestra manera de administrar el espacio, nuestras relaciones, y nuestros afectos. Según esta representación, existe la impresión de que el Paraguay vive un aislamiento aparentemente incoherente por su condición geográfica; se diría inclusive que padece este aislamiento. Hay quienes dicen que Paraguay es un error geográfico, otros que es un accidente, otros que es un vacío, pero evidentemente hay una cuestión traumática inscripta en nuestras memorias que nos hace pensarnos como desubicados. Esto es algo que a mí me ha estado preocupando, y que estoy trabajando en el texto de una novela. No quiero hacer el relato de la Historia, ni argumentar ciertas condiciones, sino buscar en cualquier situación, desde las rutinarias experiencias cotidianas hasta la escena de un asalto, aquello que nos pone en clave insular. Y eso que yo nunca he estado en una isla, ese es otro lugar de mi imaginación.
Algo que llama mucho la atención en la novela es su tratamiento elíptico. ¿Tiene esto que ver con una postura artística (agarrar los discursos por los pelos) o es una actitud necesaria para el tema tratado?
Es una elección, sin duda alguna, pero que tiene que ver específicamente con una limitación del autor que elige estos narradores para nombrar contornando aquello que no es fácil nombrar. Yo no tengo cómo hablar de esto que es tan cercano a mí sin los vacíos y las sombras que tiene mi propia experiencia de ese mundo.
El territorio de la novela es ecléctico, las identidades se cruzan y conservan, conviven paralelas. Crean una convergencia contraria a la idea tradicional que dice que las fronteras son límites. ¿Se resuelve así la puja cultural entre nacionalidades de Alto Paraná?
Si pensamos la frontera como el lugar final y como línea divisoria estamos cancelando una constelación de intermedios que coexisten, se tensionan, se agreden, o se empalman en un espacio que está -al menos para mí- debajo de todo lo que representa la acción colonial hoy en el Alto Paraná. Es bastante articulador de deseos comunes, diferencias y expectativas. La novela se cuenta muy al margen de lo que es Ciudad del Este, esta ciudad rarísima poblada por inmigrantes de procedencia heterogénea que ni siquiera se nombra en el relato pero cuya cercanía aparece oblicua en los productos de las mesitas, como lentes de sol o películas pirateadas que consumen los personajes. Si bien el paisaje que se lee es bastante rural, en términos de distancia geográfica los escenarios de la novela, como en la realidad, están cerca de la ciudad, y constituyen espacios transmutantes en los que existen campos de soja, villas y bosques que se van desubicando y resituando, transformándose traumáticamente, como los cuerpos de los adolescentes y como el cuerpo social frente al encuentro y las embestidas, también traumáticas, con las diferencias que tanto la colonización, como el comercio o el agronegocio acercan a un terreno que siempre ha sido de pujas territoriales. No existe la pureza, ni moral ni cultural. Por eso lo que ante una primera mirada puede ser visto como una figura opresiva o invasiva, con un cambio de clave se puede reconocer como una oportunidad intensamente creativa para construir empatía y comunidad.
Ocurre algo parecido con el castellano, el guaraní y el portugués, entremezclados en los capítulos. No hay un idioma sobre el que reposen los otros, que los demarque…
Fue una decisión editorial obviar las traducciones para que ese "límite" que constituye la lengua desconocida se reproduzca como experiencia y como gesto. Algunos extranjeros que han leído la novela me dijeron que les costaba ingresar, por ejemplo, porque no entendían los diálogos o los fragmentos en guaraní, creo que no hay que renunciar a leerla por eso, en esos casos es que se ha completado la función o el efecto, y esa imposibilidad de acceder a ciertos registros, que muchos experimentan en contextos fronterizos, se reprodujo en el libro. Además hay fragmentos que son formalmente poéticos, y que hacen el intento de llenar las zonas oscuras de lo que los personajes viven en el relato, y que el narrador no sabe contar o eligió omitir.
¿Qué quiere decir Xiru?
Xiru es un palabra portuguesa de origen guaraní (quizás sea solo una palabra polisémica, o varias palabras homófonas); en principio significa "mi amigo" ("che irû" en guaraní paraguayo), pero según regiones del Brasil, o según quién la pronuncie, por ejemplo, en Paraguay, puede significar "padre", "anciano", "mestizo", "indígena" o "paraguayo", en un tono sumamente despectivo. ¿Cómo es posible que la misma palabra que sirve para nombrar al amigo sirva para nombrar al enemigo? Cuando escribía Xiru no lo tenía presente, pero algún tiempo después encontré en los estudios postcoloniales dos conceptos que hoy me sirven como clave interpretativa: los conceptos de "hibridez" y "ambivalencia". Creo que algunos personajes de la novela funcionan desde esos lugares.
En la novela se percibe una cierta positividad en la “hibridez”. ¿Es así?
Vemos a un brasiguayo que sólo habla portugués y que es peón de un sojero, alguien de quien no se esperaría que sintiese empatía por un carpero, por ejemplo, y sin embargo a veces los mecanismos de reconocimiento de la autoridad colonial tienen puntos ciegos. La autoridad colonial sigue siendo tal aunque no siga los libretos del Estado sino programas corporativos. Y si bien vemos una amenaza en la cultura hegemónica, hay cosas que pasan por debajo que pueden constituir silenciosos momentos de resistencia. En la puja por los sistemas de producción, muchos inmigrantes brasileños quedan al margen, y a mi ver éstos son los sujetos más permeables a los intercambios, en un proceso más amigable, aunque no libre de tensiones, de construcción de una escena común.
¿Ves posible la emergencia de una literatura gay en Paraguay?
A veces algunas categorías que definen lo diferente sólo son necesarias, por ejemplo, para que las posiciones heteronormativas sean capaces de autorreconocerse. Para que sus mecanismos de autoidentificación funcionen deben nombrar a su negativo, los lados oscuros, las ausencias. No conozco a nadie que ande por ahí diciendo que hace "literatura heterosexual". Por otro lado, en un contexto coercitivo para la diferencia, como puede ser Paraguay, la emergencia de sujetos que elijan como lugar de enunciación las zonas oscuras en la constelación de identidades puede constituir un gesto político potente: el hecho de que una mujer, campesina, pobre y lesbiana subraye su función de autora podría terminar completando la obra y ofrecer otra clave de lectura para su texto y su discurso. Una amiga me dice "no existe la literatura femenina, sino literatura de mujeres"; entonces quizás no exista literatura gay, sino literatura de gays o escrita por gays. Y bueno, finalmente, si pensamos la "literatura gay" como aquella que desarrolla temática homosexual o tiene contenido homoerótico, ésta también puede ser producida por gente con otras orientaciones sexuales. ¿Tiene el texto en sí orientación sexual o género? Lo cierto es que algunos textos pueden contribuir a instalar representaciones, por ejemplo, heteronormativas, homofóbicas, machistas, o finalmente pueden discutirlas, combatirlas. Puede que en la literatura paraguaya se note una falta, y que al no estar nombrado lo gay, parezca que hay un discurso ausente o excluido; pero también es cierto que cuando la norma trata de nombrar a sus negativos suele negar y anular. Por otro lado, hoy estas cuestiones pueden ser desarrolladas con mayor soltura, y si algún autor trata estos contenidos por lo menos instala cuestiones y discursos que por muchos años han sido acallados de forma violenta en nuestro puto Paraguay.
¿Qué estás escribiendo ahora?
El Seminario Espacio/Crítica está preparando una nueva edición de "Escrituras en tránsito" con algunos ensayos producidos por los participantes del seminario en los últimos años. Yo participo con un ensayo titulado "Xiru: el sentido dislocado", sobre los sentidos que flotan alrededor del apodo-gentilicio "xiru"; y otro titulado "Debajo de la lengua", acerca del aprendizaje del portugués y lo que ello implica, a la luz de los estudios postcoloniales.
publicada en www.ea.com.py
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