domingo, 29 de enero de 2012

"Werther", de Goethe


Biblioteca básica SALVAT, 1969

“Lo que yo sé, cualquiera lo puede saber; pero mi corazón lo tengo yo solo”
Pág. 107

Llevar el suicidio en bolsillo como Werther, predisposición tan enarbolada por Cioran –quien por otra parte es uno de los grandes críticos, o más bien despreciadores de Goethe: ese tipo que nunca sufrió nada, decía de él-, es algo que hacemos todos, o podemos hacer, aunque pensar en ello puede resultar perturbador, al menos pensarlo en serio, y más aún comentarlo –“Tengo mi suicidio en el bolsillo, mamá”, ¿se imaginan decir algo así?-, porque esto nos orillaría, nos marginaría, en cualquier caso pruébenlo.
Werther se enamora de una muchacha llamada Carlota -¿recuerdan a la Carlota Rittenmeyer, de Palmeras Salvajes, quien sí cede al adulterio y hace apología de él, pagando?-, pronta a casarse con Alberto. Werther es poeta, dibujante, flojo, un emo, para resumir. Pero ser emo es también ser un rebelde, a no olvidar. Carlota, Alberto y Werther viven un trío atormentado y cómodo: nadie intenta hacer alguna cosa para modificar la situación de los tres, salvo Werther, que al final se escapa al meterse un tiro. Pero este trío es puramente sentimental –Goethe, quizá por exceso de pudor, no nos cuenta nada más, pero esto no quiere decir que no lo hubiera, aunque yo no lo creo, pues Werther ni siquiera se masturbaba, en cualquier caso no lo dice, recién al final cede a su deseo carnal, a la voluptuosidad de los sentidos, que ya intuía a lo largo de las cartas que redacta a su amigo Guillermo, otro personaje que participa como destinatario de las cartas de Werther y por lo mismo también como depositario de los ideales estéticos con que él escribe, por tanto Guillermo, receptor que no habla, es quien condiciona el estilo y la temática de Werther, o sea Guillermo somos nosotros, ¡oh!-, digamos que todos sienten algo: Werther se deja vencer por su sentir (que es oscuridad al borde del despeñadero, al que hay que caer), Carlota es traspasada por sus contradicciones y esto la paraliza, Alberto siente alguna cosilla que no dice, pero sobre todo es racional y comedido, y Guillermo, el destinatario de las cartas de Werther, quién sabe si sienta alguna cosa, quizá sí, o bien se aburre con las disquisiciones de su amigo, de todas maneras emite opiniones que sabemos por las respuestas de Werther, opiniones que le dicen, básicamente, que se marche de allí pues está haciendo el ridículo. Efectivamente, Guillermo somos nosotros -¡oh!
Pero bueno, aquí hay más que una historia de amor: Werther odia la sociedad burguesa, el servilismo y la razón helada, cadavérica, con que supuestamente se manejan los hombres –él sabe que debajo de esta razón solo hay envidias, prisión, debilidad, cobardía, etc.-; solo quien fue adolescente puede entender a Werther –es cierto que todos tuvimos 16 años, pero no todos fuimos adolescentes; no todos nos dejamos caer, aunque tarde o temprano lo hacemos, es lo que pienso.


“Sí; yo no soy otra cosa que un viajero, un peregrino en el mundo. ¿Y tú? ¿Eres algo más?”
Pág. 108

Leer hoy esta novela, de prosa cursi por ratos, pero no por eso menos intensa en grandes trechos, servirá probablemente para recordarnos que no somos correspondidos, ni en el amor, el odio o la alegría, y que toda tragedia es solitaria, ridícula, banal, incomprensible para otros, y que no hay otra cosa por la que valga la pena vivir: hay que sufrir, no importa por qué, de todas maneras es imposible no hacerlo, sino en la muerte, o siendo zombies.


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3 comentarios:

carlos dijo...

Más que interesante.

hebert - paginas web dijo...

jeje interesante post.. aunque es dificil llevar el suicidio en el bolsillo jeje.

nathaly - casas en venta dijo...

jeje que triste historia lo de carlota... eso suele suceder mucho.