«No sé si nota que he dado vida a un monstruo delirante que me persigue sin cesar; por algo, por algo sería que tanto me resistía y tantas vueltas daba antes de ponerme a escribir las primeras líneas de esta novela. Lo más disparatados episodios de mi vida se agolpan en mi mente y no me dejan descansar; estoy comiendo y durmiendo mal, despertándome muy tarde y acostándome cuando ya está saliendo el sol; ayer hubo serias amenazas de nuevos cólicos hepáticos y, desde antes de ponerme a escribir, vivo en un permanente estado gripa, a todas luces falso: una excusa para perder el tiempo esribiendo. Vivo para la novela; pienso en ella todo el tiempo; paso en limpio las hojas del borrador, añado y podo, y pienso, pienso, pienso. Mi vida se ha transformado en un discurso, en un monólogo ininterrumpido que se ha hecho ya del todo independiente de mi voluntad. Es el delirio, la búsqueda de catarsis, la imposición del trabajo que debo realizar -quiéralo o no- con la única, borrosa esperanza de llegar a un punto final, quedar vacío, exhausto, limpio -y pronto para para otra-. Pues debo insistir en el hecho de que ninguna de las experiencias luminosas y ninguna de las experiencias liberadoras ha servido para poder decir "ya está", "ya llegué", ahora soy muy consciente de que eso solo se alcanza con la muerte, y a eso, pues, le disparo más que al mismísimo demonio. Que nadie se llame a engaño: no tengo ninguna gran sabiduría para transmitir y espero no llegar a tenerla nunca. El nombre de la sabiduría es: arteriosclerosis.
Corro, pues, detrás de mis pensamientos porque ellos me exigen ser trasladados al papel, y hacerlo es el único recurso que se me ocurre para confiar en que se agoten.»
Mario Levrero, La novela luminosa - pág. 480
Mondadori, Bs. As. 2010
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2 comentarios:
Wowww!!, ¡me encantaría leer esta novela!!
Andromeda,
Te lo presto cuando quieras!
;)
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