Cuentos. Editorial Pánico el Pánico, Bs As 2010.
El libro: básicamente, sus personajes principales viven el conflicto de la inexistencia de lo demás, son amorales, frenéticos y víctimas. Solo ellos son y en el absurdo imposible de la realidad -proyección o espejismo- transitan.
El primero de los cuentos, "Pendejo", es agonizado por un chico que se hace amante de la novia de su amigo. Están en el departamento de él, ella todavía desnuda le insinúa cariños que el ignora. Parece que hace como que ignora, pero en verdad es un ignorante. Un inocente. Intenta adentrarse en el asunto, incluso hay excusas foráneas (viaje, tareas de otro sitio, ocupaciones para la mente en blanco). Intenta hacerse un interés, pero es un limitado. Vive en una nube de cáñamo, autista, sin reparar (imposibilitado) en el peso de traicionar una amistad y de ser preferido por la chica “ajena”. No entiende el significado del asunto. Es un conflicto léxico: mutilaron su diccionario y faltan conceptos: lealtad, pasión, empatía, estupidez y mentira. Boga en la relación triangular como desplazándose entre cosas sin sentido. No es capaz, por tanto, de comprender. Según el narrador es un pendejo; digo esto por el título, aunque no hay garantías de que no sea un insulto al lector. Bien mirado, sin embargo, el pendejo es una víctima atrapada en un incendio extranjero (en que se quema lo moral, etc.); ciego entre el humo avanza, ahogándose en la contingencia, reaccionando con espontaneidad peregrina.
No es baladí la referencia camusiana.
Pendejo es un extraterrestre disfrazado de humano, sin haber cultivado los códigos: pifia fatalmente en la contingencia, distrayéndose con zonceras insólitas para el buen comportamiento. No lo hace con mala intención, porque simplemente carece de intención. Por lo mismo tampoco se aburre ni rabia. Acostarse con la novia del amigo es hacer algo en el mientras tanto, hablar con la chica exige demasiado esfuerzo y además no entiende el idioma; entonces, llama al amigo, quién sabe para qué. Tal vez porque en las conversaciones con la amante pronuncian al amigo y esto lo presentifica, Pendejo decide llamarlo porque, pronunciado, ya está: hay que hacer algo con él. Escándalo para la amante. Escándalo para el lector. Contingencia a sortear para Pendejo, que además recuerda otro par de zonceras, porque sí.
El solipsismo de Pendejo no es metafísico sino intrafísico. Por lo pronto digamos que su cuerpo es materia verbal: solipsismo textual. El arte narrativo no puede trascenderse a sí mismo. Perdón por el clisé, pero aún hay más: se manotea y araña la membrana que cubre y aísla lo literario, en un intento de salir de sí. En todo el libro de Pailos, el resultado de esta contienda son personajes singulares que ofician de eje en la constelación de cada cuento. Personajes eje-mónicos.
Sigamos. "Auto de fe", segundo cuento, es el más adorable de la antología *. Inquisición y dictadura, moral y política. Border de la herejía literaria. Acomete la impostura (aparente) de armar el rompecabezas familiar, empezando in-útero. Border de la autobiografía. ¿Quién es Matías Pailos? O bien, ¿de dónde o de quién viene? Por ahí le va. El narrador adopta una actitud omnisciente. Se des-ubica y narra la saga del Padre de Pailos: breve tajada que explica todo. La historia se enmarca durante el estado fetal y el posterior nacimiento del autor de libro, Matías Pailos. Ubicuo el narrador de libro, Matías Pailos, da cuenta de las arbitrariedades de la situación: juzga, desmantela, enumera. Años 70, estadio del Proceso. Se centra en las actividades de Padre Pailos. Lo contextúa. Lo acorrala: el narrador encalla en la herida de Padre Pailos. Este caballero (padre primerizo, a recordar) está, cómo no, escindido: por un lado, el Padre-Como-Idea-De-Sí; por otro, El-Cuerpo-Rebelde-Del-Padre. Abandonado por el cuerpo, el Padre-Como-Idea es un flojo, un vegetal en movimiento constante, semejante a un camalote en la rauda corriente del río familiar. El otro, es un dandy. Como una mariposa que deja el capullo; pero el capullo sigue vivo y la mariposa es un gusano. Como Carlo, el personaje demediado de Petróleo, la novela de Pier Paolo Pasolini, uno carga el peso y el otro el espíritu. (También los ambientes son pasolinianos: bares olorosos, política, sexualidad lumpen) Pero en el caso de Padre Pailos: uno es solo cáscara y molesta en la mesa familiar; el otro, porta la carne y el espíritu, aunque desollado. Ambos se mueven por ambientes diferentes, trabajan por turnos bien delimitados.
La pregunta: ¿Qué es un hombre? ¿La cáscara o lo libidinal? La familia le dice a la cáscara: “No sos el hombre que necesito a mi lado”; “Sos poco hombre”. Esta escisión trae la imagen del Centauro, criatura símbolo de espíritu y corporeidad. Un hombre es, entonces, alguien que es su propio caballo. La familia pide un centauro: animal de tiro, galopador, todo cuerpo, bello, pensante, realidad y mito a la vez. Por el imperativo (como ocurre siempre) exagerado de la familia, el centauro se parte en dos. El culo equino culea por ahí, el torso de hombre se arrastra, pues no tiene piernas, agónico. Saramago dice en el cuento Centauro: «Então olhou o seu corpo. O sangue corria. Metade de um homem. Um homem.» Ergo, mitad de un caballo es también un caballo **.
La familia da la clave, pues el argumento avanza un paso más, cuando dice al padre: “Actuás como si nada te importara”.
A alguien demediado, ¿puede importarle algo entero? El actuar con desinterés asemeja a Padre Pailos con Pendejo, principal del cuento anterior. Sin completud son incapaces de expresar humanidad. Son seres carentes, esquirlas: el mandato social les explotó como una bomba destrozándolos. A diferencia de Pendejo, Padre Pailos se redime. Es significativo el cómo: parado en una esquina, mientras espera a su amante que no vendrá, la mitad libertina cede lugar al cascarón. Este paso de posta no se da espontáneamente: al no asistir la amante (objeto deseado) el libertino pierde su ser, se diluye, y queda el cascarón solo, desamparado. Lo que demuestra que ninguna de las dos partes de Padre Pailos existe por sí misma. Luego, no hay dominante.
Matías Pailos solo les da apariencia de autonomía a sus personajes. Esto no es un recurso literario, sino una actitud. Un modo de ser y, por ende, una intención literaria.
Padre Pailos se redime, decía, y es significativo el cómo porque lo hace al recibir una golpiza de parte de autoridades parapoliciales que aparecen puntualmente. La violencia, en lugar de despedazar más, unifica a Padre Pailos. Le sincretiza carne y cáscara. Vuelve a ser completo. Lo cual es: el ser humano nace en la violencia. Esta propuesta, a contrapelo de la filosofía pos-humanista emergida luego de las catástrofes (holocausto, bomba nuclear), es muy positiva, porque conlleva esperanza. No una esperanza ingenua que dice que el ser humano resultante será rousseaunianamente bonito; sino simplemente que el ser humano es un órgano sensible y pensante a la vez. La humanidad sería, así, una relación simpática entre profundidad y superficie ***.
Recordemos: medio hombre es también un hombre; por tanto, los medio simpáticos son también seres humanos. En todo caso, de calidad inferior. Pendejo es, así, un humano clase B. Padre Pailos regenerado, autoabastecido, es encarnación del superhombre nietzscheano, cuerpo, absurdo y cólera amorosa a la vez.
Sigamos. El relato posterior se titula "El amor nos va a separar". Un torturador monologa sobre su vida y la de los demás. Aquí la tesis del libro avanza un paso más. Estamos ante el ser humano en violencia. Anclado en su nacimiento, el principal de este relato hace del nacer al ser el fin último de todo. Para el torturador no existe más que la violencia, y él mismo solo es violencia temeraria, desencajada, solipsista. Violentar compulsivamente es su sino. Repetir en eterno retorno la brutalidad originaria de emerger al mundo. La dicotomía presente aquí es entre víctima y victimario. En resumen: son uno mismo, escindido. Al final, otro pase de posta: el torturador evoluciona en víctima. Este relato es profundamente pesimista. Solo hay dolor y destrucción. Grafías sin significante.
Sin embargo, debo decir que, aunque central en el libro, este cuento no me satisface precisamente por lo que lo sostiene. El final. Pierde fuerza con el recurso axolotliano, casi se evapora. Si no fuera por los intensos primeros párrafos, se desmoronaría fácilmente.
Si pensamos el libro como una arquitectura ascendente, la evolución va al negativo: primero, el ser como Pendejo atomizado; segundo, el ser como dicotomía resuelta en la violencia; tercero, la violencia es el estadio último, ergo la humanidad es monstruosa. ¿Es una tesis sociológico-filosófica? La respuesta es no.
Porque: queda un paso más: "La Tarea", el último relato.
Un crítico (súmmum de los atributos del lector) hace lo que se conoce como corrección de estilo de un novel escritor. Es decir: estilo es la verba; estilo es el tema; estilo son los personajes elegidos; estilo es la estructura; estilo es el sabor del relato. El crítico enmienda (distribuyendo sazones) el trabajo del escritor, previendo variantes y exigiendo mayor compromiso, más inteligencia y visceralidad. Lo hace desde una perspectiva lúdica, cerebral, pero también sentimental: el crítico propone una actitud litería. Se contradice sobre el cómo. Duda. Dictamina: “El relato termina en un perpetuo presente de tortura”. En otras palabras: se tortura con su propia presencia. Casi: se auto-castiga produciéndose dolor y placer a través del dolor.
Si el relato es el cuerpo del narrador -él se manifiesta a su través, toca, empuja, se retuerce, convulsiona; se sufre a sí mismo a través de él- no existe más que este cuerpo: las ideas son solo emanaciones al vacío fuera de la página. Entonces, el afuera de la página es una ficción literaria creada por la narración.
El escritor, pura voluntad impracticable más que en su escritura, quiere quebrar este solipsismo, este eterno retorno hacía sí mismo de la narración, este juego de palabra; quiere, en fin, abrazar lo que está fuera del lenguaje, su obscuro objeto de deseo, su real: nosotros, los lectores.
Con seguridad, Matías Pailos lo consigue.
PD: Pailos es uno de los bloggers de El Mate Tuerto.
* Soy consciente de que con este adjetivo embarro irremediablemente a Matias Pailos. Qué le haré.
** Mismo relato de Saramago: «Também nunca sonhava como sonharia um cavalo. Nas horas em que estavam acordados, as ocasiões de paz ou de simples conciliação não eram muitas. Mas o sonho de um e o sonho do outro faziam o sonho do centauro.»
*** El autor del libro no es un precognitor: no da pistas sobre lo que sucedería en un planeta enteramente poblado de seres humanos.
+
4 comentarios:
doy una referencia musikal , obvia fuente del titulo: "Will tear us apart", el aor volverá a separanos, track de la banda afterpunk manchesteriana Joy Division, cuyo lider epileptico y suicida forever coketeo con el nazismo y Ballard...
Supongo ke el autor entonces tendrá mi edad...
Gracias, Ever, por la interpretación aguda -y la lectura atenta-. Me gustó lo de 'entrañable', para 'Auto de fe', y buenísimo que captaras la referencia axolotliana, axolotliense y axolotuda del final del otro cuento. (Te confieso que me sorprendió la interpretación del primer cuento -la amoralidad postulada del protagonista-, pero mucho más la lectura del segundo con la violencia como factor redentor. La verdad, no lo había visto. Uno no sabe del todo lo que hace.)
Gracias de nuevo, y nos vemos por la editorial, entonces.
Abrazo!
PD: sí, el título es una mala lectura del clásico de Joy Division
Kuru!
Eso de la edad no sé. Vamos a ver cómo llega hasta allá el libro... Y es e joy d el título.
Salut!
Matias,
me encantó tu libro. Lo terminé de leer y lo repasé de memoria un par de días, hasta que los espacios blancos de hojas borroneadas por otros temas fue surgiendo el artículo. Pero es una lectura arbitraria, lúdica, a decir verdad casi dejo de lado el libro por dejarme ir; porque, por supuesto, si la lectura produce placer, ¿qué podemos darle nosotros, sino gemidos?
Saluos!
Publicar un comentario