jueves, 18 de marzo de 2010

Gout(t)man




Él puzzle está en tu cabeza

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Gaspard Winckler ocupaba el departamento de la derecha del 6º piso del número 11 de la rue Simon-Crubellier. Era un artesano de manos mágicas. Frecuentaba el café Riri, donde leía todos los periódicos y jugaba al chaquete con Morellet. Gaspard Winckler, judío como George Perec, es uno de los personajes más entrañables de “La vida instrucciones de uso” (1978).
Al igual que Perec, Winckler armaba puzzles para que nosotros los encastremos sin darnos cuenta de que cada pieza que agarramos, que examinamos y acariciamos, cada combinación, «cada tanteo, cada intuición, cada esperanza, cada desilusión han sido decididos, calculados, estudiados» (pág. 16) por ellos.
Gaspar Winckler aprendió el oficio de artesano de un hombre llamado Gouttman que «fabricaba objetos religiosos que vendía él mismo en iglesias y procuras: cruces, medallas y rosarios de todos los tamaños, candelabros para oratorias, altares portátiles, flores de fantasía, sagrados corazones de cartulina azul, San Josés de barba roja, calvarios de porcelana» (pág. 51-52).
Este hombre tomó como aprendiz a Gaspard Winckler llevándolo a su casa cuando apenas había cumplido doce años. Estuvo varios años con él, aprendiendo mucho, pues el hombre sabía hacerlo todo con las manos.
¿Quién y de dónde era este Gouttman?
Es posible encontrar pistas sobre él en otra novela, mucho más vieja, publicada en 1881, de manera póstuma, pero escrita por Gustave Flaubert durante varios años, según pistas desde 1872. La novela es la maravillosa Bouvard y Pécuchet.
En esta novela, llevados por las peripecias de la investigación teórico-práctica sobre la cultura humana, Bouvard y Pécuchet abrazan, cada uno a su manera, la fe católica. Puestos en ello, reciben un día la visita de un «individuo obeso, con ojillos de chino y la nariz como el pico de un buitre. Era el señor Goutman, comerciante de artículos piadosos; bajo el cobertizo (de la casa de Bouvard y Pécuchet) desenvolvió algunos, metidos en cajas: cruces, medallas y rosarios de todas las dimensiones, candelabros para oratorios, altares portátiles, ramilletes de oropel y sagrados corazones de cartón azul, San Josés con barba roja, calvarios de porcelana...» (pág. 213)
Este Goutman, a quien transcurrido un siglo Perec le agregó una "t" (¿de temps?) sin alterar la fonética, según nos cuenta Flaubert « prefería el trueque..., a cambio de hierros viejos y de todos los plomos, ofreció un surtido de sus mercancías.» Pero, cuando «lo vio tan fácil, Goutman quiso además la alabarda... Hecha la estimación total, los señores (Bouvard y Pécuchet) debían aún cien francos.» (pág. 213)
La novela de Flaubert, a grandes rasgos, transcurre en la década de 1840. La de Perec en la década de 1970.
Gaspard Winckler se mudó a París entre fines de los 20 y principios de los 30. Era aún joven. Por tanto, aprendió a ser artesano entre guerras. Esto nos dice que transcurrieron por lo menos 70 años entre el encuentro de Goutman con Bouvard y Pécuchet y el de Gouttman con Gaspard Winckler.
¿Qué sucedió mientras tanto con Goutman-Gouttman?
Pues quién sabe. Lo que sí sabemos es que es cómo acabó:
«A pesar de sus muchas actitudes, Gouttman no era hombre de negocios. Cuando había vendido todas sus existencias, se iba a la ciudad y dilapidaba todo su dinero en dos o tres días. Entonces regresaba a casa y empezaba de nuevo a esculpir, tejer, trenzar, enhebrar, bordar, coser, amasar, pintar, barnizar, recortar, ensamblar hasta recomponer sus existencias y salir otra vez a venderlas por los caminos. Un día no regresó. Winckler supo más tarde que había muerto de frío al borde de la carretera, en el bosque de Argonne, entre les Islettes y Clermont.»

2
Gaspard Winckler trabajaba como artesano de puzzles para un inglés llamado Bartlebooth.
Percival Bartlebooth decidió un día que toda su existencia quedara organizada en torno a un proyecto cuya necesidad arbitraria tuviera en sí misma su propia finalidad.
El mejor amigo de George Perec, compañero del Oulipo, lector de sus manuscritos, era el escritor Harry Mathews, estadounidense.
La novela la dedica Perec a Raymong Queneau.
Raymong Queneau publicó sus primeras obras con el seudónimo de Sally Mara, a imitación del Vernon Sullivan de Boris Vian.

Etc.




"Bouvard y Pécuchet", Ed. Montesinos, Barcelona 1983.
Traducción de Marga Latorre y Mónica Maragall
"La vida instrucciones de uso", Ed. Anagrama, Barcelona 2001.
Traducción de Josep Escué

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7 comentarios:

Canalla dijo...

Una feliz coincidencia: hace algo así como tres meses releí Bouvard y Pécuchet, y sobre la mesa de noche aguarda La vida: instrucciones de uso. Ahora tendré que completar el viaje a la brevedad posible. Cosa extraña: mi padre, que era masón, siguió la tradición de mi abuelo (anarquista) de restaurar esculturas de santos que sus amigos religiosos les confiaban. Te mando un fuerte abrazo.

Pablo Seguí dijo...

Qué buen dato. Lindo post.

Tuve ocasión de leer otra de Pérec, "La disparition", en francés. Un policial muy sui generis. Todavía me debo "La vie, mode d'emploi", pero me arredra su grosor, qué vachaché.

Saludos desde Córdoba.

marichuy dijo...

Qué horror, Ever, de Georges Perec sólo he leído "Les Choses. Une histoire des années soixante" (publicado como "Las cosas", en Anagrama). Y quedé en comprar en Gandhi (no la tenían en ese momento) "La vida: instrucciones de uso". Pero por lo visrto aquí, me urge leer la historia de este personaje Gaspard Winckler.

Un beso

e. r. dijo...

Hola, Canalla!
Es cierto lo de la coincidencia; pero también es cierto que son libros hermanos. Esta mezcla de lecturas, sin embargo, creo que se repetirá otra vez en el futuro. Además, con Perec hay varios autores que agregar, o más bien que él agrega.
Lindas profesiones las de tu linaje.
Te mando un abrazo fuerte.
Saludos

Hola, Tamarit!
En realidad, es un libro corto, pues es como la introducción a una estructura que abarca el universo entero. Es su asomo, la punta de la nariz.
Gracias por pasar.
saludos

Hola, Marichuy!
Acá pasa igual con el libro. A mí me lo regaló un librero de campo, en la provincia de buenos aires, en un pueblo llamado san pedro; así lo conseguí, hará un par de años. Es una historia linda la del libro.
Gracias por la visita.
Besos

N. dijo...

La verdad que me ha encantado volver a leerte. Es hermosa la idea de perec de continuar la vida de un personaje pasajero en otra novela. Es bello pensarlo asi, como si los personajes tuvieran autonomia y fueran de visita de un escritor a otro.
Me queda muy buen recuerdo de Instrucciones de uso, me leyeron los primeros capitulos en el bar de un pueblo, después de que fuera tomado prestado de la libreria. Bellos recuerdos, tengo pedirlo prestado, él aún lo tiene.
Besos

N. dijo...

PD: Estoy meditando...Ha sido perec o usted el que rastreo a este señor?

e. r. dijo...

N, corazón mío
digamos que hicimos el trencito del amor... se suma?
saludos