jueves, 20 de agosto de 2009
La guerra en el gimnasio de César Aira
"La guerra de los gimnasios", de César Aira. Grupo Editor Planeta, 2002; en edición especial para el Diario La Nación.
Tengo toda la semana pensándolo. Drama. Sentimientos encontrados. ¿Cuál es mi problema con Aira? Su proyecto artístico, ir salteando todo con la improvisación, apuntando siempre a lo nuevo, adelante, sin importar qué venga, suena muy bien. También el hecho de que, como es de esperarse, al ir siempre hacia lo nuevo Aira se permita como nadie perder el interés por lo que escribe y terminar la historia como sea y empezar simplemente otra, sin corregir lo anterior, pues ya es el pasado, lo escrito, lo que ya fue. Lo nuevo, seguir apuntando siempre hacia adelante. Suena genial. Es, en realidad, un plan genial. En el fondo, es el plan de todo arte, ¿no? Por sobre la inspiración, la voluntad (Balzac y su proyecto de la Comedia Humana, Baudelaire y su mesa de trabajo a la que considera la inspiración en sí misma). Para quebrar la tensión orgánica, psicológica, o romántica, el rigor metódico del proyecto (Russell, Duchamp, etc.). En contraposición al realismo del arte comprometido con la realidad, la irrealidad del arte comprometido consigo mismo, parodiando, deformando. Etc.
Entre los programas artísticos podríamos citar la expiación social, la catársis personal, la indignación, el juego de la inteligencia, el absurdo de la vida y del arte, el sentimiento trágico, cómico, el no-sentimiento, etc. La elegía mística, el cantar ciertas cosas o gentes, la exploración, etc. Hay de todo un poco para elegir. Y también el proyecto, o el plan, de escribir alejado, en lo posible, de todos los tópicos. En realidad, es este último el gran tópico del arte posmoderno, siendo el del moderno escribir incluyendo y trascendiendo todos los tópicos. Como dicen, el paradigma de la modernidad es el cambio para seguir siendo el mismo, es decir, literatura. Ser postmoderno es seguir el tópico del a-topismo. Lo atípico. La novelística de Aira va por el lado moderno, es decir pre-sesenta, el sentimiento de lo nuevo y ecléctico desesperado por sobrevivir y con disgreciones sesentistas parodiadas. Se coloca como turbante la bandera de la vanguardia y avanza. Abre camino con cuchillitos de 60 a 90 páginas. Despeja. (Obs. de lectura posterior: Éste párrafo es bien tonto)
Todo esto en el plano teórico, por lo menos; es decir en la defensa que hacen normalmente sus defensores. Sus detractores lo llaman banal. En fin, cada uno hace lo que puede.
Por mi parte, me pregunto ¿por qué no me gustan libros como La guerra de los gimnasios, o La liebre? No solo no me gustan, sino que no me gustarán nunca. Nunca. Y no las considero banales ni nada por el estílo. Bien al contrario, sus libros son de lo más serio de la literatura argentina de las últimas décadas.
¡Aguante E. R. por decir una frase así! ¡Carajo!
En fin, decía: hay algo más en su programa artístico. Y ese algo más es el tema. ¿A qué me refiero? Cito a Benjamin Constant, así porque sí: "en todo problema tenía siempre una idea de más que lo transtornaba todo".
"La guerra de los gimnasios" es una bildungsroman, como lo son todas las novelas de Aira que me tocó leer.
Empieza describiendo el gimnasio así:
«El primer piso del Chin Fú, al que Ferdie entraba por primera vez, era un salón oblongo lleno de aparatos nautilus de todas las formas imaginables. La vista se perdía en esa jungla metálica; al recién llegado le parecía mucho más grande de lo que era en realidad. Aquí y allá un cuerpo humano resoplaba y gemía enganchado a las poleas: el golpeteo sordo de las pesas marcaba el ritmo. No había mucha gente; la primera impresión era de vacío. Un círculo de hombres jóvenes en buzos y shorts charlaba en un claro de máquinas hacia la mitad del salón. Al fondo, muy lejana, una pared de vidrio que daba a una terraza se estaba iluminando con una magnífica puesta de sol.»
Parece que en cualquier momento puede empezar el Capitán Nemo a levantar pesas. Y lo del claro de máquinas en un gimnasio es sublime. El libro continúa así, por unas 30 páginas. Luego es ya pobre el estílo, esquelético, con anécdotas que se suceden a la manera de las películas de acción yanquis que al no saber bien qué hacer ponen golpes y persecuciones de autos en escenas largas. Es lo normal. En la página 49, como ya no se sostiene el ritmo y además aburre porque es muy plano y soso lo que se cuenta, el narrador mete el recurso de la reflexión como contrapunto. Y, como tenía que ser, la reflexión es sobre la escritura, usando la técnica metáforica del barco-gimnasio:
«Al poco de empezar descubrió que el gimnasio era también una solución al drama de las historias. No importaba que hubiera una guerra mientras tanto; para él era un armisticio. Cuando entraba al reino encantado de los aparatos, las historias se simplificaban en una "rutina", quedaban fuera de él. Lo poco que sabía de la vida le alcanzaba para hacerse una idea de lo incómodo que podía ser el trabajo de vivir produciendo sus propias historias. Porque no se traba solo hacer esto o lo otro, sino de "cómo" hacerlo. Todo el tiempo había que estar dando a luz un estilo, una marca personal, en un parto constante.»
Aquí es donde se pudre la novela. Es como un homenaje al lugar común. Y el afán doctrinario, propio del marxismo esotérico y las novelas de Cortázar (que por lo menos le pone humor), es desesperante. Pero bueno, es la reflexión de un personaje, no tiene por qué ser genial. Pero las cosas no son, como de costumbre, tan simples. Este afán doctrinario ya no tiene nada que ver con el proyecto de espontaneidad, sino que es el narrador intentando sostener con su sí mismo, es decir sus reflexiones, la historia que narra. Es en estos pasajes donde asoma el autor, desnudo de literatura. Como los autorretratos de los pintores: el autorretrato de Van Gogh no es lo mismo que el de Dalí: mientras el primero es adorable, el otro es estúpido. Y los dos son pintores geniales.
Después el libro continúa en el mismo sentido: hay unas cosas sobre chistes acerca de homosexuales, "los hombres que quieren un cuerpo perfecto para sí mismos es que en realidad quieren el cuerpo perfecto de otros hombres", etc. Líneas más, frases menos. Una luz de conclusión. El chiste sigue en el resto de la novela.
Cuando describe Flores, sin embargo, es mágico. Es, creo, porque el narrador se dedica a narrar algo fuera de él (aunque lo haga siempre desde él, etc.):
Hay escritores y escritores. Las opiniones de Borges sobre la negritud, racistas gratuitamente, son, por ejemplo, detestables. En cambio una narradora como Anaïs Nim, cuya narrativa es más o menos, se vuelve genial al hablar de sí misma.
Creo que Aira narrador que me gusta es aquel que se sale de sí mismo, pues el catártico me parece megalómano y predecible. Sus chistes son malos y clichés. Y se quiere tanto a sí mismo que entra en sus novelas sin que haga falta y las arruina, ya sea con ideas y reflexiones innecesarias, o como personaje mismo (en esta novela aparece como guionista del espectáculo que da uno de los personajes). Y entra en ellas, creo, por impaciencia; porque el proyecto de ir avanzando, pase lo que pase, lo exige. La verdad es que no es un personaje interesante. Como alguien tiene que sostener las historias cuando ya no hay ideas, entonces empieza a decir lo que ya está muy dicho, toma el camino fácil, hay situaciones garciamarquezcas con gigantes, gente que vuela y chiste malos.
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14 comentarios:
No he leído a Aira, debo tener anotado algo suyo pero, con lo que dices, creo que no sabría por dónde empezar (al menos no quisiera leer al Aira catártico...).
Genial tu manera de desglosar el proyecto artístico de este autor y, como no, de desmenuzar el libro mediante tantos aspectos que indican un buen conocimiento de su obra.
¡Saludos!
Sentimientos encontrados.
Me parece que el método de “la huída hacia adelante” no garantiza nada. Hace años (muchos) leí Cómo me hice monja y la verdad me impresionó, encontré geniales algunos pasajes. En cambió éste de los gimnasios fue una desilusión. Con el tiempo y otras lecturas desarrollé hacia Aira cierta desconfianza, aunque indefinida, y eso a pesar de tener la mejor de las disposiciones. Y aún se me escapa el qué. Es como si presintiera una artificialidad o falsedad. Cierta vez, leyéndolo, una voz interna me dijo: “yo a este tipo no le creo nada”. Aquí, en Venezuela, era imposible encontrar sus libros (todos me los prestó un argentina), excepto una edición de Los fantasmas de Fundarte (editorial del Estado) que me desencantó, sobre todo por su lejanía de la monja. Luego encontré cosas en Internet que me resultaron prepotentes, despectivas. Sobre todo algo sobre la rabia que le daba que sus amigos lectores lo felicitaran diciéndole que se habían reído mucho con su último libro. En fin no sé qué pensar, ni quiero ser injusto. El párrafo que calificas de “tonto”, no me parece tonto, pero sí misterioso, no alcanzo a entenderlo. En cambio éste me ilumina: “Creo que Aira narrador que me gusta es aquel que se sale de sí mismo, pues el catártico me parece megalómano y predecible.” Sin embargo, en su momento, cuando leí la monja también leí El llanto y me gustó. En fin, tendré que aceptar las contradicciones, porque tampoco pienso embarcarme en una minuciosa investigación. Gracias, por el post, por éste y por muchos otros.
Un saludo.
Concuerdo, Ever. Para mí La guerra de los gimnasios comenzó muy bien y luego se estropeó; Aira pinta un cuadro que pinta bien y luego vuelca el contenido del balde de pintura sobre la tela. Creo que a ese librito le sobra la segunda mitad.
Se llega a Aira casi sin querer. Es como un faro, no importa si después te haces pelota, está ahí e ilumina. Su personaje de escritor es medio deleznable. Será que los grossos argentinos siempre fueron medios chotos: Borges comiendo con Pinochet for example¡¡¡
Yo tengo la teoría de que Aira es paródico, una sombra detrás de los escritores nóveles que se erigen a golpe de laburo a regalo de premios
Su reseña está muy buena y valiente, son pocos los que dardean a don césar.
Libros que decepcionan de Aira:
Embalse
La villa
La prueba
Libros que me gustaron de Aira:
Fragmento de un Diario de los Alpes
El volante
Cómo me hice monja
La costurera y el viento
Barbaverde es el típico libro pelotudo? de Aira, se caga de risa de todo.
a mi me interesa la claridad de la prosa de Aira pero hay veces que esa prosa no dice nada ineresante y es sólo materia sin alma ( ohhhh)
La ansiedad por tener los encantos de la prosa de Aira se pierde cuando abro y leo la primera página
o algunas más.
siempre un placer leerte Ever abrazo
Hola, Andrómeda!
Es una linda experiencia leer a Aira. Pero bueno, es lo que hay: a veces es bueno, otras malo, y últimamente no pega mucho. Hablo desde el desconocimiento, en verdad.
Encantado con tu visita.
Saludos
Hola, Malik
no sé si pegar arriba lo que pusiste en vez del post, porque parece más trabajado y desilusionado. En fin, un día nos comprenderá la moda literaria el dudar de los libros de Aira. Pero como hay tantos, andá a saber si no aparece uno genial, oculto aún, verdad?
Gracias por pasar.
Saludos
Hola, Javier
eso mismo que decís me estuvo diciendo un amigo estos días: arranca con planteamientos geniales y después se va al carajo. Hay una frase de Wilde: "La diferencia entre el amor eterno y el capricho, es que el capricho dura más". La ironía se aplica Aira. Hay como una búsqueda de contención del capricho sin importar a costa de qué. Como teoría suena bien, para un escritor, pero para un lector es un bajón.
Gracias por la visita.
Saludos
Hola, Mariano!
Siempre sos tan lúcido que espanta. Es cierto eso de la prosa, es, por mometos, genial, ilumina. Como el párrafo que cité y los que hablan de Flores. Pero bueno, los libros son más largos que un par de párrafos. Se podría hacer una hermosa antología de párrafos, creo.
Tengo que confesar algo con verguenza: La villa fue el libro que hasta ahora más me gustó. Juaz. Soy un simple lector, no tengo que ser perfecto.
Otra cosa, en general los escritores son desleznables, no?.
Saludos y un placer que pases
“[…] con anécdotas que se suceden a la manera de las películas de acción yanquis que al no saber bien qué hacer ponen golpes y persecuciones de autos en escenas largas”
Ever
Me queda más que claro que no te ha gustado nada (ni te gustará, ya dijiste; si yo te contara cuántos libros, casi sagrados y escritos por las grandes vacas sagradas de la literatura mundial, no me han gustado), pero esa comparación me parece un exceso de crueldad de tu parte, jeje (será que de ese tipo de filmes gringos tengo la peor opinión; mala, malísima)
Saludos
hermosas tus fotos, despues leo el texto, ahora me estoy durmiendo
besos
adormiladoss
Ever, este libro kioskero es váiro, es un Aira sin aire...digamoslo, pero está su no-estilo flotando a los alrgo de sus paginas...
Hay homenaje a Copi en el título (La guerra de las marikitas), su tamaño me enkanta, 100 pa´ginas más o menos siempre...Pero...no le salió, el tema esa aburrido,
Me partece ke de las 40 nu-bellitas de Aira keda para mi las "tradicionales" como "Canto catastro", pediselo prestado al Oli...tranki, saludos.
¿Un motivo más para no ir al gimnasio?
Hola, Marichuy
quise ser objetivo y esa me pareció una imagen bien objetiva. Cuántas pelis no habré adelantado para pasar las persecusiones. Sin embargo, hay gente encantada con ellas. Así que lo que digo no deja de ser una impresión subjetiva.
Gracias por la visita,
saludos
hola, N
hay un esfuerzo constante por encontrar buenas imágenes.
gracias por pasar,
saludos
Hola, ñembyense
habrá que buscar esos libros. hasta ahora me gustó villa, pero a nedie le gustó parece. pero tiene como 130 páginas, excesivo la verdad.
gracias por la compañía,
saludos
Hola, Abru
probablemente sea al revés: hay que ir.
saludos
Hola Ever: A pesar de ser una obra de poesía, el Libro de buen amor, del siglo XIV, es la novela más moderna de todas las novelas (glosa: voy a postergar la lectura de Barbaverde, que es el único libro de Aira que lo tengo en la casa, gracias a esta reseña tuya). ¡Saludos!
Hola, Richard!
qué gusto que pases... Pero mirá, no confíes mucho en mis reseñas que hablan de simple gusto.
Lo del buen amor es completamente cierto, así como La Celestina es la piedra fundamental de la telenovela moderna.
Saludos
Me encuentro con este texto, da ganas de polemizar en favor tuyo, en contra de Aira.
Aira se permite lo que otros no, se permite la boludez de dejarse en aquello de escribir una pagina por dia, o una hora, o una decada por dia.
Como alguien que intenta escribir no puedo decir nada de Aira, como lectora me asiste el derecho de pensar que si puedo acceder a un libro el debiera acceder a la posibilidad de emprolijarlos.
Creo que Aira como muchos tipos de aca que ya pusieron bandera en el himalaya se dan esos permisos, no debieran. No por las ventas, sino por aquello de que a uno lo sobrevira la cuestión de lo escrito.
A mi no me preocupa sobre mi, no creo que me sobreviva ni mi tortuga longeva, y tal vez Aira piense lo mismo.
Los altibajos de A. me dan bronca, porque se lo siente lo más choto con eso.
En fin.
Buen blog.
Saludos.
este libro me pareció malisimo al igual que Como me hice monja, pero me sorprendio gratamente (ojo! tampoco para aplaudir) Una novela china.
evidentemente Aira no es para mí y creo que para ningun lector "normal". Estoy convencido de que Aira escribe para los escritores y los críticos, para recibir sus adulaciones y sus palmaditas en la espalda pero no para "nosotros" los lectores "normales". De hecho los libros de don Cesar se vende poquisimo, eso sí son muy elogiados en el reducido circulo de "especialistas" saludos
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