“Es evidente que cada palabra que hablamos
supone, en cierto grado, una disminución
de nuestros pulmones por corrosión, y, por
lo tanto, contribuye a acortarnos la vida”
Jonathan Swift. Viajes de Gulliver
supone, en cierto grado, una disminución
de nuestros pulmones por corrosión, y, por
lo tanto, contribuye a acortarnos la vida”
Jonathan Swift. Viajes de Gulliver
1
La primera vez que fumé un porro tenía 13 años y fue antes de jugar un partido de fútbol de salón, en el que yo hice de arquero. Un amigo, Omar, que se suicidó inexplicablemente a los 17 años, me llevó a unas tres cuadras de la cancha, hasta la entrada de un caserón de dos o tres pisos que tenía las luces de enfrente apagadas. Tosí mucho y me pasé como una hora jugando con los cordones de mis zapatos. Jugué un partido estupendo, aunque perdimos cuatro a cero. Tuve una experiencia de fumón moderado en mi adolescencia, más o menos hasta los 15, después dejó de interesarme. Recién a los 21 o 22, cuando entré a trabajar a una revista universitaria que publicaba mensualmente, volví calar humo verde, como le dicen algunos. Todos en la revista fumaban, menos yo. De hecho, la mitad no hacía más que fumar, mientras la otra mitad fumaba tabaco y hacía así como que el porro era un pasatiempo de cada tanto. Los compulsivos se sentaban en la sala de redacción y armaban cigarrillos de marihuana con la misma tenacidad que la otra mitad debatía el próximo número, y luego aceptaban cualquier encargo sin rechistar. Yo era de la mitad de fumadores de tabaco, y no fumaba ni un solo porro. Pero una mañana de domingo, de pura curiosidad, accedí a una caladita. Meses después me mudé de bando, aunque conservé rigurosamente el placer del tabaco. Un amigo me regaló una pipa de caña de azúcar, que había conseguido de la ONG donde trabajaba pues las repartían a las prostitutas para que cambien el crack y la pasta base por la marihuana. Yo seguí fumando tabaco y tenía mi pipa de marihuana llena todo el día, a la que le daba caladas en cualquier momento y por cualquier motivo, como si fuera un combustible espiritual. Fumaba antes de clase, en el receso, después de clase; y en el desayuno, después del almuerzo, la cena. Fumaba en la pausa del trabajo para conservar el sabor del porro que había fumado al levantarme. Tuve problemas espantosos, deudas, notas bajas, perdí el trabajo, me dejaron todas mis novias por mis amigos, pero yo estaba contento. Fue una época feliz. Por algunos meses dejé hasta de beber alcohol y salir los fines de semana. Y dejé, por supuesto, de salir con chicas. Leía y fumaba porros, y cada tanto fumaba tabaco. Entonces empecé a leer fumones famosos: De Quincey, Baudelaire, de Nerval, el inevitable Fitz Hugh Ludlow, incluso Lorrain aunque este prefería el éter. Y después dejé de leer. Un verano volví a tener una chica. Quién sabe cómo, pero fue así. Ella me invitó a caminar por un parque asunceno, un parque grande, muy grande, y pensé que sería una larga caminata. Entonces le dije a la chica que me espere un ratito y preparé mi pipa. Cuando me la metí en el bolso la rompí. Tal vez la apreté muy fuerte o estaba simplemente muy vieja, pero mi querida pipa se despidió de este mundo. Y yo no hice más que tirarla y la olvidé enseguida. Así, de una manera increíblemente simple. Semanas después, revisando los libros que tenía en mi estante, encontré varias cajitas llenas marihuana. Luego encontré más cajitas distribuidas en toda la casa. Probablemente había cerca de medio kilo. Estaban bien distribuidas, como para encontrarlas en cualquier parte, previendo un cataclismo nuclear. Junté todas las cajas en una bolsa y las tiré a la basura, sin piedad. De hecho lo hice con gran indiferencia. El verano pasó y tuve que volver a la facultad y a la revista universitaria. La sala de redacción, en mi primera visita, me pareció espantosa. Una antesala del infierno. Esperaba encontrar un chino encargado de distribuir la droga en el fumadero donde mis compañeros, con ojos mohosos, me miraban impacientarme. Estuve así unos meses, depurando mis pulmones a fuerza tabaco. Cierta noche que no tenía nada más que hacer, fui a la redacción de la revista. Tres o cuatro de mis compañeros estaban durmiendo en el piso, mientras otro, con los ojos rojos, tecleaba rabiosamente y balbuceaba las frases que iba escribiendo. Me senté tras él y cuando terminó me contó de qué iba su artículo. Luego se dispuso a fumarse un porro, pero como él ni yo teníamos ninguno, empezó a hurgar entre los bolsillos de los durmientes. Lo único que encontró fue un conjunto de colillas distribuidas en varios ceniceros. Amontonó las tucas y se armó un porro frankensteiniano, aceitoso, muy oloroso, casi diría que escabroso. Me invitó una calada y sin darme cuenta me fumé la mitad con él. Bien puesto, me acosté en la mesa de reuniones y me quedé dormido. Me desperté un rato después sintiendo que los miembros de mi cuerpo empezaban a disgregarse. Me desesperé. Luego dejé de desesperarme porque no podía pensar nada coherente, pues el hilo del lenguaje se me iba desgranando en frases sin sentido preciso, urdiendo una trama poética incomprensible, y después el lenguaje no fue más que un hilo largo y quebradizo que unía los fragmentos del universo, y el hilo se quebró. Después de estar un par de horas completamente catatónico, desperté. Me bañé, vestido así como estaba, y salí a la noche asuncena, mojado, sintiendo los achaques del ser superior que por puro antojo mantiene unido el universo: el lenguaje. Pues Dios es el lenguaje. Bla, bla, bla. Dios no es más que sí mismo. Embadurnándose en sí mismo. Regurgitándose a sí mismo. Dios es espantoso.
2
A todo esto, puede decirse que conservé una especie de rito ornamental: adquirí la costumbre de comprar tabaco en bolsa y papel, y empecé armarme los cigarrillos como Clint Eastwood en sus películas. Y así como él en La Marca de la Horca no dejaba de llamar la atención por dónde iba, yo hacía que los vagos me parasen apenas me vieran con mis cigarrillos largos y finos, y me hiciesen gestos de compinche tarado.
3
Años después me tocó ir a una fiesta al costado de una ruta, al aire libre. Era, si mal no recuerdo, fiesta de año nuevo. Dos pistas de baile con música techno hipnotizaban a miles de chicos y chicas que, llenos de pastillas, simulaban ataques epilépticos. Ya en la mañana, me senté en un rincón a mirar y fumar. Apenas acababa un cigarrillo, me armaba otro. Ratito después tenía un corro de mirones que se me sentaron alrededor. Embobados de pastillas, con las manos demasiado torpes, intentaban armarse sus porros. Entonces uno se atrevió y me pasó papel y marihuana. Le armé el porro. Después vino otro y lo mismo. Luego ya tenía una fila esperando, y gente que me miraba, y me admiraba, y yo seguía industrioso con la manufactura de porros. Y los repartía equitativamente. Como un profeta.
+
24 comentarios:
Un santón de la fumata. Qué bien narrado que está esto, Ever. Confesiones de un paraguayo fumador de marihuana. Mejor que el de De Quincey. Y sin tanta moralina. Lindo, lindo.
A mí me agotó la incomodidad de andar armándome los fasos, la verdad. Le admiro la paciencia.
Saludos!
Ever, ése es mi segundo comentario pues el primero se perdió por un inexplicablemente no advertido back que apreté sin querer y -- voilà -- desapareció mi comentario.
Avisame si puedo ser útil en la divulgación de este texto y de cualquier otro semejante. Estás pisando terrenos nuevos. No sos el único, Ever, y estoy tan contento de que sea así. Estoy viendo tantas múltiples manifestaciones de la creatividad y la genialidad por momentos de la perrada de ahora.
Pero tu caso es particular. Un exiliado. No de los del estilo diktadura, sino otro diferente. Tu perspectiva al mirar a la puta madre patria es diferente. Ni peor ni mejor, diferente. Hay cosas nuevas que decir al sacar afuera los recuerdos, al mencionar lo que ahora mismo sucede. Encuentro gran valor en eso. Y no es sólo puro testimonio, hay un decir, una *manera* que permitirá que el texto sobreviva cuando las circunstancias mentadas ya no sean tan inmediatas como lo son para vos, autor, o para mi, un lector con conocimiento de causa.
Espero que sigas en esto. ¿Quién soy yo para aconsejar o repartir buena onda? Un lector, nada más.
Me parece espléndido que el discurso paraguayoso se abra a tantos perspectivas... No sos el único que lo hace ahora, hay otros [[pocos]] más.. pero la distancia que tomás, el estar fuera y mirar las coas desde fuera.. pues te da cierta ventaja. El exilio -- voluntario o no -- tiene su lado bueno. No es una maldad lo que digo, dije a otras personas y lo repito: necesitamos exiliados, gente que mire a su lindita nación desde otra perspectiva que no sea nuestro ombligo. El ombligo es tóxico. Pero claro, estar fuera de él tampoco es garantía de calidad. Debe haber talento y terquedad en la insistencia. Cosas que te sobran.
Estoy asombrada porque yo lo veía comentar en lo de Ojaral, pero nunca había venido hasta acá y, sácate, ahora que lo hago, me encuentro con este texto que me resulta tan bueno a mi gusto. Sin dudas volveré. Un placer.
Me gustó mucho, evp, sobre todo esto, por lo exacto: "Luego dejé de desesperarme porque no podía pensar nada coherente, pues el hilo del lenguaje se me iba desgranando en frases sin sentido preciso, urdiendo una trama poética incomprensible, y después el lenguaje no fue más que un hilo largo y quebradizo que unía los fragmentos del universo, y el hilo se quebró"
saludos
Mi querido Ever....
Siempre leo tus reseñas de libros y las disfruto mucho... sin embargo, este texto me ha hipnotizado.... tengo la debilidad de querer conocer al que está detrás de las letras... y hoy me diste una probadita de ti...
"Pues Dios es el lenguaje. Bla, bla, bla. Dios no es más que sí mismo. Embadurnándose en sí mismo. Regurgitándose a sí mismo. Dios es espantoso." un costado que no conocía, pero que lo insinuaba, el del narrador descarnado que saca todo afuera, lo ofrece en pedazos de excelente prosa. Me gusta ese fondo que no se ve pero que prevalece como un ruidito en el fondo del texto.
El papel ombú siempre levanta sospechas, no importa para qué uno lo utilice, es un marcador fluor, un signo de los tiempo, bien puesto el nombre, ombú, en la llanura.
saludos
Iba a citar el mismo fragmento que gls, porque me dejó alucinada.
Es un texto deslumbrante.
¡Un saludo!
avanti ever chera'a..
de acuerdo in límine con Teo-do- Lito
Levemente demonizado, sutilmente moralizado,mostrado así un viaje joincero demuestra una apertura tibia pero bien narrada(en primer plano, casi desnudo y sin mucho alarde)pero como toda experiencia bien subjetiva es muy, muy, muy discutible.
Y según tu narración lo bueno es que no fumas más, la bueno es que el laburo es importante, lo bueno es que la chica es importante, lo bueno es que la literatura es importante y salva en comtrapartida con el consumo que es banal, asqueroso, chino, ilegal, antitrabajo, antiorden maldito, ...................naumbrena Ever: te quiero amigazo...pero tu relato huele a mil caretones .
NO falaste del efecto erótico innegable del cannabis.
Chau¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
Oye ever, vengo de oidas, me han dicho de tu frescura narrativa(sic) y lo pude comprobar.
Sobre lo que dice ese tal Pou, pues bueno.. si lo pones a contraluz tienes un nuevo canon...una fantochada invertida... se reniega del realismo pero exige mensaje... negativo, pero mensaje al fin.
¿En qué se diferencia de los autoayudas?
¡Ah la autocomplacencia de los ombligocéntricos..!, nada más.
Disculpame el atrevimiento... pero tratándose de literatura..¿porqué callar, no?
saludos
hola, a todos
gracias por pasar.
a veces me paso de contestar porque no pude andar mirando, y después ya es muy largo. los leí atentamente a todos, pero bueno, contesto con un abrazo y un agradeciemiento.
Saludos
Ay Ever
No tienes idea cómo me ha encantado esta historia de libros, porros y fumones. Lo narras con una frescura, un desapego geniales.
“Y dejé, por supuesto, de tener novias. Leía y fumaba porros, y cada tanto fumaba tabaco. Entonces empecé a leer fumones famosos: De Quincey, Baudelaire, de Nerval, incluso Lorrain aunque este prefería el éter. Y después dejé de leer.”
Como quien dice o leo y fumo -porros, por supuesto- o tengo novia. No se puede todo en la vida
“Estaban bien distribuidas, como para encontrarlas en cualquier parte, previendo un cataclismo nuclear”. Jajá, ni Baudelaire –ok sin cataclismo nuclear- habría sido tan previsor.
Y lo del chino, Uff genial; me acordé de una película (yo siempre acabo pensando en una película), China por supuesto, “Adiós mi concubina”, donde un tipo talentosísimo (actor de la ópera china) se la pasa fumando opio; pero eso sí, rodeado de mujeres que le procuran placer, aunque el no se entera muy bien... entre tantas nubes provocadas por el opio.
Saludos
Ever, este texto es premonitorio de tu capacidad profétika o ke?
Justo oi o ayer, kreo, en argentina se despnalizó el consumo de porros..vas a tener ke volver che a las andanadas de fumatas y otras andadas ...nadaístas!!!
avanti!
Lito pio considera exiliarse fuamr un petardo!?
jajaja
...
Muy, pero muy bueno.
Ever, tus textos tienen un ritmo increible, me facinan.
No encuentro ningún exceso, no hay pretención en el lenguaje, cada palabra esta bien cuidada.
Este texto en un día como hoy, cuando Argentina da un primer paso para legalizar la marihuana (aquí en tierras aztecas, ya se lagalizó)
Saludetes para ti.
Mafalda
Por favor... ortografía y dignidad. Se escribe "FASCINAN", no "FACINAN". Esos detalles, también son importantes.
...
¡Ay Ever!
Fuí a recomendarte y eso costó (aparte de mi faltota de ortografía)que mis enemigos vinieran a molestar hasta estos rumbos.
Perdón por la palabra mal escrita y por acarrearte comentarios que no tienen nada que ver con tus letras.
Saludetes...
Mafalda
Amigo,
Eres uno de los nuestros.
Cuando y donde quieras. El arte de liar, ¡qué placer!
Celebro el regreso de tus relatos con todo el impulso. No que no me gusten tus reseñas de autores, pero me interesa más Ever Román el escritor, lo admito. Mi relación con la mariguana nunca superó el nivel recreativo pero, y quizá por eso mismo, ha sido formativa, además de una excelente veta literaria, como se ve en estas tus letras.
Te mando un fuerte abrazo.
Cuando leí el título de la entrada pensé, "tiene la receta para que los pulmones no colapsen después de darles con tabaco durante veinte años" pero ah...está genial.
Saludo con la mano tipo reina de carroza, pero desde dentro del Súper Palo.
Me encantó tu texto, Ever.
En mis épocas de "pacheca" (como llamamos aquí a los que fuman mota), nunca aprendó a liar los porros. Así que, muy sofisticada, fui a una tienda de tabaco y me compré una maquinita de esas para enrollarlo. Era mucho más rápido, práctico y quedaban de los más lindos. Pero la verdad es que te envidio. Me habría gustado saber liarlos. Ahora es demasiado tarde: ya no fumo ni mota, ni tabaco.
Un abrazo
Ever, no le hagas caso al Pou, es un dogmátiko del porro!...noa cepta una apología d ela modferación ni sikiera literaria...tranki, te mando paketito (Llubia negra y danilo Kis)por la rusa Johana, te yama y entrevista también, xaludos...
No me ha quedado nada claro lo de "cuándo habrá aquí más sobre libros de vuelta."
Uh?
¿Que cuándo actualizo? Ooooooooook. Me intentaré llevar "deberes" al trabajo para transcribir.
Un abrazo.
PD. Aquí también tienes a una gran maestra del lío.
a mi hay algo que no me termina dgustar de este tipejo fumador, del personaje, se entiende: parece que todo esto de el humo verde le pasa de costado, o lo mira desde el angulo, hasta esta experiencia del lenguaje y dios, muy buena la idea, pero me da la idea de un ser que no se termina de dejar tomar por su experiencia, claro, pienso ahora, despues de escuchar sobre sabato y la abstraccion en estos dias, que sera necesaria esta distancia para poder conceptualizar de ese modo el estupido y mediocre acto de fumar un porro. No es critica, sino una emocion q me genera este tipo, desde ya que no me fumaria un porro con el, me sentiria como su rata blanca.
besos experimentales
deslumbrada, la simpleza, el ritmo...
propongo hacer una novela de fumanchulos reformados por el tabaco a 4 manos.
añuâ
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