lunes, 16 de febrero de 2009

Copetines


1


Hace unas horas hablé con Charles y le dije que quería escribir un artículo en forma de diarios de almuerzo sobre algunos copetines del centro asunceno. Luego estuve revisando anotaciones, comentarios al respecto, repasando anécdotas que me contaron o que viví, pues, como la mayoría de los asuncenos, ya he estado en algunos. Al final, no encontré nada interesante. La primera dificultad: ¿qué es exactamente un copetín? Yiyo Caputo me dijo al teléfono: Un copetín acá se le dice a un barcito que abre de día, donde también se come. Es una definición incompleta, pues los barcitos de día son aún simplemente bares, y por lo demás algunos copetines también abren de noche. Lo que pasa, Ever, me dijo Yiyo, es que los copetines tienen escaparates de almacén, exhibidores de empanadas y sándwiches, son baratos, etc. Además suelen llamarse Copetín Tal o Cuál. Entonces le expliqué a Yiyo lo del artículo que quería escribir. Me dijo: Lo mejor va a ser que hables con alguien que siempre va a copetines, le preguntás cualquier cosa y ya te va a ir contando. Pero yo quiero ir a comer a un copetín diferente cada día durante una semana y encontrar las historias por mí mismo. Y bueno, hacé eso si querés; pero no vas a encontrar nada interesante; si te hacés el antropólogo delirante y te instalás en uno para observar todo en una semana, seguro vas a escribir uno de esos cursis y lamentables artículos que se suelen publicar en las revistas de domingo. Recordé haberle dicho a Charles Da Ponte, que para la ilustración de la nota bastaría la fotografía de algún copetín, intervenirla gráficamente para darle, no sé, un aspecto de espectro. Luego pensé: en este caso seré yo la intervención, es decir una especie de cedazo por el que se filtrará la vida de almuerzo de los copetines y, por tanto, la historia se falsearía, pues el resultado obedecería a una pureza que yo, fiel a convicciones varias, trataría de darle. Es decir: la nota será acerca de otra cosa, y no sobre copetines; tal vez un desvarío alucinatorio, tal vez un sumario de clichés, tal vez cualquier cosa que yo, fiel a convicciones varias, creeré tratarse efectivamente del hallazgo del alma de los copetines durante las horas de almuerzo. ¿Qué me sugerís entonces?, le dije a Yiyo. Entrevistale a alguien que va siempre a copetines, preguntale cualquier cosa y te a va ir contando; capaz hasta te dé el dato de algún otro, y este otro el de otro; así vas a conseguir material para un artículo; podría ser una historia coral, por ejemplo. Entonces le dije que de ahí iba a quitar la historia de cualquier gente pero no de los copetines durante el almuerzo. ¿Y qué lo que querés hacer?, me interpeló: ¿el historial genealógico del que proceden los copetines?, ¿un listado de los comestibles, bebidas, horarios de atención y tipo de gente que va? Le dije que no conocía a nadie que iba normalmente a copetines a almorzar. Entonces Yiyo me dijo que conocía a alguien, de la época en que trabajaba de auxiliar en Laurent Asesoría Contable. Él se llama Carlos Reyles, me dijo, es gestor y siempre almuerza lo más barato en un copetín sobre 25 de mayo; su teléfono es 09… ¿Qué es un gestor?, pregunté antes de despedirme. Ya te va a ir contando él. Llamé a Carlos y quedamos en encontrarnos esta tarde, en el Copetín O’leary, sito en la calle O’leary entre Azara y Oliva.



2


18 hs. Llegué media hora antes de lo previsto. El copetín es pequeño, con pocas mesas, el ruido que llega de la calle es desesperante. Noto, a medida que redacto estas líneas, que el local se está desnudando del aura que sus feligreses fueron dejando durante el día. Es una chica joven la que atiende; ahora está barriendo el salón, friega algunas mesas; debe tener poco más de 20, buenas nalgas, se ríe de los chistes del quinielero que está apostado al lado de puerta de entrada. Cada ciudad tiene sus locales tradicionales donde la gente come alguito, se toma unas cervezas, jode las bolas hasta volver al trabajo o ir a casa. En Buenos Aires, por ejemplo, son los cafés; en Köln, los knaipes; en Los Ángeles, los bares. Me pregunto si el Café Arco, donde Franz Kafka solía reunirse a hablar de literatura con sus amigos Franz Werfel, Max Brod, Johannes Urzidil y Leo Perutz, llegó a tener en Praga la reputación que aquí tienen los copetines. ¿Y cuál es la reputación que tienen aquí los copetines? Llegó Carlos. Es tal cual como me lo describieron: nariz grasosa, cabellos enrulados, corbata sucia, camisa con manchas de sudor en las axilas, etc. Lleva bajo el brazo un enorme maletín negro sin asa. Pedimos un ñoño y ocupamos una mesa vecina al mostrador.

–Carlos, estoy escribiendo un artículo sobre los almuerzos en los copetines del centro… Decime, ¿qué es un gestor?

–¡Ese es mi trabajo! Y yo hago todo tipo de gestiones. Conseguir autorizaciones para sacar patentes comerciales en la municipalidad, conseguirle las firmas, los sellos, presentar declaraciones de IVA, sabés luego vos. ¿Y qué lo que vos querés saber de los copetines?

-Y… Es complicado. Y… averiguar cómo es el ambiente, la gente que almuerza allí, esas cosas… Me dijeron que hace años comés en el mismo copetín, uno que está sobre 25 de mayo.

-Y la verdad que me iba, pero ahora no me voy más ahí porque es demasiado cerca del trabajo. A mí me pedían siempre las secretarias y eso que les compre su comida y a veces me daban plata de más y yo comía una empanada. Pero no pega ni ahí, demasiado secre soy si me quedo por ahí. Yo no me sentaba luego a comer allí como vos decís, sino que estaba un ratito nomás, así para ver la tele y eso. Ahora lo que me voy más es al Copetín Colonial, uno que está sobre 15 de agosto y Palma. Me queda cerca de donde estoy haciendo papeleos cada rato. Allí se come bien, es barato. Todos los perros comen ahí. Pero no me voy sique siempre, sino cuando tengo plata nomás.

-Me dijeron también que de tus pasajes nomás sacás para comer…

-Y sí. Me dan para el colectivo y yo camino. Así como. Me pagan la mitad del sueldo mínimo.

-¿Y hay todo tipo de gente que come en el Copetín Colonial?

-Y ahí sí, porque es como un comedor. Pero en los otros copetines se van los ordenanzas, gestores, gente así nomás. Los que tienen más plata se van a los comedores… Los copetines son para comer un ratito algo como un sándwich nomás luego y así para ver partido y eso nos encontramos ahí todos los gestores.



3


A medida que Carlos Reyles va desmenuzando sus trivialidades, me doy cuenta de que el fantasma de los copetines se va poniendo más y más difuso. Y por el contrario empiezan a emerger los televisores. ¡Cómo no pensé en eso antes! Ya ayer, Mónica Kreibohm me estuvo recordando que los copetines son de al paso, no sitios donde quedarse. Y después agregó que, por una especie de transmutación cultural (el término confuso es mío), se fueron volviendo sitios de encuentro, como serían, por ejemplo, los cafés de París. Pienso que quizá alguna gran obra teatral, literaria o musical se está gestando precisamente en este instante en un copetín. Pienso en todas las veces que nos acercábamos a alguno para reflexionar, empanada y cerveza de por medio, sobre algún proyecto que pensábamos indispensable para la ciudad. Y recuerdo que en los momentos que nosotros (como muchos otros, en otros copetines) hablábamos de la obra de Roa Bastos o Augusto Monterroso, al lado de nuestras mesas, otras gentes debatían cuestiones políticas o laborales, el campeonato de fútbol o anécdotas de cualquier especie. Esto mismo pasaba, supongo, en el café Lezama de Buenos Aires, cuando Witold Gombrowicz intentaba traducir Ferdydurke, hablando apenas castellano, con ayuda de ajedrecistas y parroquianos de toda índole. Creo que ahora deberé alejarme un rato del tema de esta nota (almuerzos en copetines) para acercarme a estas otras aristas. Deberé buscar más Carlos Reyles pero de otra laya, sustituir almuerzos por meriendas o cenas; para escribir sobre uno mismo, como ya lo explicó Rimbaud, se debe ser otro. Quizá para escribir sobre los almuerzos en los copetines deba escribir siendo cena o merienda de copetín. Pero Rimbaud no conoce los copetines, así que no debería hacerle mucho caso. Entre tanto seguiré observando estos locales, a través de mis ojos y los ojos de los que me presten su visión.




11 comentarios:

marichuy dijo...

Ever

Ese Café donde Kafka y sus amigos solían reunirse en aquella Praga, seguro no se parece nada a los “Copetines de hoy”. Creo que esa tradición de reunirse, comer algo y estar horas charlando sobre literatura, política o la nada, se ha ido perdiendo. Recién leía a Roberto Bolaño y justo relata del tiempo que vivió en México -finales de los años 60’s, principios de los 70’s- cuando en las cantinas con tomarse dos cervezas, uno podía comer muy bien y quedarse horas haciendo poesía, charlando, etc. Ahora, los cánones de la ganancia han modificado los usos y uno apenas acaba de tomarse el café, cuando ya le están presionando con qué más va a tomar o si ya desea la cuenta.

Saludos

N. dijo...

Cafe Lezama de Bs as? no será el querido Britanico, frente al P. Lezama? averigue don ever. Siempre ha sido una tristeza para mi que ud no pueda concer ese reducto en su estado original de mugre, gato en silla, mozo asturiano o gallego espectador de la original apertura. sigo con la lectura luego, algo le recuerdo, su atmósfera y la búsqueda que acompaña todo el texto... luego opino.
besos

Ojaral dijo...

La confitería se llamaba Rex y quedaba en el segundo piso del cine Gran Rex, en la calle Corrientes. O eso es lo que yo sé, que no tiene por qué ser verdad.
Muy lindo el texto, Ever. Me hizo acordar a la "Tentativa de agotar un lugar parisino", de Perec, aunque no tiene nada que ver, sólo como posibilidad de llevar a cabo el objetivo de escribir sobre los copetines. Esa palabra la usa mi viejo para referirse a un aperitivo o, como "copetín al paso", a un barsucho de los que hablás vos.
Saludos!

e. r. dijo...

marichuy! pues mire que sin embargo todavía persiste, quizá no en las mismas dosis, ese amor por la parole o chamuyo en los lugares de paso, quizá no cafés, que por cierto está carísimo, pero sí en bares, esquinas, plazas, pero sí todavía sigue el fluido inacabable de palabras entre la gente. en el abasto, querido barrio porteño, hay un par de lugares geniales: "la recova del abasto", que es una especie de bar; y el café bar córdoba. los dos son, relativamente, uno en cerveza y cinzano, el otro en café, baratos. así que siempre están con gente, que si bien no escribirán novelas tiene ideas, algunas por lo menos. pero en lo que decís de aire mercantilista, es totalmente así: ya no hay gentes de café, sino gente que va cada tanto a un café. es una tristeza. saludos

nat, ojaral:
uf, me dispenso, je. fue en el rex. este texto salió como artículo hace muchos años en una revista y cuando pasó a editarse, hace 3 años, ya me lo corrigieron. seguramente le puse ese nombre por parque lezama. un herror linguístico? no voy a ponerme a cambiar ahora, verdad? rex es un nombre muy común de cafés, y lezama suena mejor. quizá debo confesar también que lo del café arco no me da ninguna seguridad en absoluto. je. en fin, saludos

mario skan dijo...

Ever su relato es maravilloso, lo leí con una expresión en la cara que advertí en el reflejo de algo, si, me sorprendió. Empecemos, los nombres de sus personajes son magníficos,Yiyo Caputo, Charles Da Ponte,copetín o'leary. Desde el vamos la palabra copetín tiene varios significados, mi cuñado lo usa para nombrar a los bebedores sociales, si te ve en una fiesta con un vaso en la mano expresa: qué hace copetín ? Mi vieja me mandaba a comprar tapas de empanadas para copetín. También está la vieja expresión que dice que la escuela N° tal organizará un copetín a beneficio de la biblioteca escolar.
Volviendo al relato, lo que me gustó es la manera en la que cruzas diferentes significados, el método inusual del cronista que tiene una visión del copetín en continuo cambio y los personajes, el hombre del maletín sin asas, genial Ever. qué distancia habrá entre un pub y el copetín? creo yo que en uno se escucha música en inglés.

saludos

N. dijo...

aca en Bsas "copetines", como dice mariano, esta mas relacionado con los canapes. aperitivo va mas con el "copetin" que rodeas en tu relato. los bares de encuentro porteño siguen existiendo, debo corregirte, tal vez inaccesibles para gente como nosotros, se nutren de personajes de unos 60, que nunca pagan un cafe, se sientan en la mesa y charlan con el mozo, uno nunca sabe de que subsisten... habia uno que se llamaba Argos, donde jugaban al billar... en mi pueblo estaba "Bomba Hacha" donde jugaban al dominó. nadie come en esos bares. Siempre fueron lugar de encuentro de los vecinos, una especie de "plaza". El mejor ejemplo es la recoba o Roma. para almorzar rápido y barato, acá son los panchos en la estación, todos pefieren esa opción, eso seria lo que mejor se ajusta en estos tiempos al "copetin al paso".
saludos

Canalla dijo...

Acá primero fueron los cafés y luego las cantinas, hasta donde se podía llegar y comer por el consumo de dos cervezas. En el centro de la ciudad de México hubo infinidad de ellos.
Irónicamente, muchos de esos lugares desaparecieron cuando su clientela (prostitutas, ladrones, drogadictos) fue desplazada por escritores, pintores, políticos y periodistas ...
Una tragedia.

Workaholica dijo...

Ay Ever.... me vas a matar lentamente y con tortura.... perdí el hilo de los "copetines" porque me sumergí en tu redacción tan coloquial.... hay muchas expresiones que son tan diferentes a las nuestras....

Es como si hubieras estado enfrente de mí platicando.... bien curioso!!!

Mafalda dijo...

...

Ever, ¿conoces mi país?
Quiero decirte que en el centro de México, en el Distrito Federal, está el Centro Histórico. Hay cafés, bares, callejones y miles de fantasmas recorriendo y recordando sus historias.
Te invito a leer algo sobre escritores, bares, cafes en mi hermoso centro histórico:
AQUÍ .

En caso de que no lo haya linkeado bien te dejo la dirección:
http://pavelgranados.blogspot.com/2006/12/los-escritores-y-el-centro-histrico.html

En Tuxtla Gutierrez Chiapas, hay un lugar donde puedes comer botanas (bocadillos tradicionales chiapanecos) hasta estallarte la panza, y cerveza al por mayor, y lo único que pagas es la bebida. Muchas personas van a comer de todo por dos chelas, es barato. El nombre del lugar te lo dbo, ya no lo recuerdo, pronto veré a mi amiga que vive por esos rumbos y te digo pelos y señales.

Un saludo.

Mafalda

Dolores Medel dijo...

Hola, Ever!

Me gustó tu historia con los copetines. Acá hay fondas, botaneros, etc. Debe ser igual de interesante que los copetines sudamericanos, creo.

Un saludo grande, grande

Ojaral dijo...

Hay alguien con vida por acá?