6 de enero
1:20 AM.
Nuestro vagón se desliza livianamente como un barco, por lo que resulta bastante cómodo para escribir. Solo da uno que otro salto en intervalos bien separados. Como vacas sorprendidas, los pasajeros permanecemos con los ojos abiertos. Estamos atravesando José C. Paz, Gran Buenos Aires. El guarda pasó hace un ratito y nos pidió a todos que bajemos las persianas metálicas. «Porque acá la gente acostumbra a tirarle piedras al tren», dijo. Por supuesto, todas las persianas están ya bajas. El vagón se llenó de polvo, por lo que hay alguna tos sonando por ahí. Un tipo del asiento de al lado lee Revolución en la granja, de Orwell. Este pasajero es, se diría, una vaca que reflexiona sobre su condición de ser. Se escuchan piedras contra las persianas. El ruido metálico queda retumbando en los oídos unos segundos. Al entrar en esta zona, peligrosa en palabras del guarda, el tren redujo notablemente la velocidad. Debe ser, esto es una suposición, para que los apedreadores no fallen el tiro. Dentro del vagón con las persianas cerradas, se levanta con el polvo un olor a baño. El olor es bastante intenso. Levantamos un poco las persianas para ver qué hay afuera: noche de provincia, 1:40 AM, barrio de casas despellejadas, calles oscuras, gente sola caminando despacio; una patrullera está escoltando al tren este trayecto. Es un coche, creo que chevrolet, blanco y azul. La sirena en silencio, las luces del techo le titilan como lamparitas de navidad. ¿Pescarán esta noche algún apedreador los de la patrulla? Deber ser un trabajo arduo escoltar un tren. «Es triste», me dice Naty, «salir emocionado de tu casa para ver pasar el tren y encontrarlo con las persianas bajas. Porque el tren no te quiere ver.» Volvemos a cerrar las persianas. Ya no se escuchan pedradas contra el tren. Aunque no lo podemos ver, parece que alcanzamos una zona despoblada. Levantamos otra vez un poco las persianas y miramos: casas, patios baldíos, calles, más casas. Llevamos más de una hora de tren y la ciudad sigue explayándose, imperturbable. Buenos Aires es una ciudad espantosamente grande. Volvemos a cerrar las persianas.
2:10 AM
Las puertas entre un vagón y otro están abiertas. Nos ubicamos en la unión entre dos vagones, espacio que debe tener un nombre pero que nos es desconocido. Desde aquí podemos ver cómo es la zona que atravesamos. Oscura, calles vacías, las casas son minúsculas y están apretujadas unas contra otras. Cada tanto hay un baldío con basura o yuyos. En un paso nivel, tres chicos de entre 10 y 14 años miran pasar el tren. ¿Serán ellos los apedreadores? Hijos de David, Goliat sigue con los párpados cerrados, así que no les puede ver.
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11 comentarios:
Mire qué cerquita que pasó. Hubiera sabido y lo íbamos a saludar con Marina, agitando nuestros pañuelos al paso de ese homenaje a Daniel Alberto Passarella, como si fuésemos chicos y estuviéramos en 1948 y ud fuera Evita repartiendo juguetes (aunque en ese caso mis lágrimas de emoción desentonarían con los piedrazos que le tiraría Marina). Una cosa le digo: cuando ud publique su libro de crónicas de viaje, Naipaul va a devolver el premio ese que le dieron, de pura vergüenza que le va a dar.
Saludos!
todavia recuerdo las caras de los nenes saludando por entre las rendijas de metal...era dar la cara para recibir un piedrazo, habra sido lo mismo para ellos??
aprovecho! ojaral marina: cuando quieran, pongan dia y hora y alli estaremos. saludos a ambos!!
saludos ever, me lleva de nuevo al gran capital... parece un fantasma esa foto... tal vez asi sea... cuantas historias se me ocurre podra escribir sobre el...
Sigo viajando con tus entradas.
;)
Ever
Y yo sigo añorando el ser engullida por un tren que se adentre sin prisas por territorios desconocidos.
Saludos
Hermoso relato, amo los trenes.
Una metáfora más que interesante la de "bajar las persianas" para no ver al que está del otro lado, al que no se fue de vacaciones, al que apedrea un tren al que seguramente no tiene acceso y para mayor dolor chicos de entre 10 y 14 años.
Coincido con Natalia, tristísimo. Un beso.
La gente le tira piedras al tren como cuando éramoc chicos y le tiramos bombitas de h2o al bondi en carnaval y el chofer se calentó, paró el cole en medio del barrio y salió a la caza de algún hijo de p--- . Cuando Ud. nombró el polvo deberá conocer el polvo de la meseta en clase turista, envejece 30 años por tramo.
excelente relato y diario.
saludos
Hola tripulantes, aquí saludándolos. Que la marea les sea favorable.
Ojaral, que voy a alcanzar a naipaul ni nada. Aunque hay que decir que no viajó en el gran capitán! Y eso, ciertamente, nos da ventaja! Gracias por pasar.
Naty: suscribo la invitacion. Y esa noche las fotos salieron horribles. Y sí, el tren pasaba y posaba como fantasma encima. Pero espere que mejora más adelante. Saludos
Strika. Gracias por la compañía. Saludos
Marichuy: Ya le tocará, verá. Saludos
Cordelia: Es espectáculo el paseo, con todas las emociones posibles. Saludos
Mariano: Así que usted hubiera estado ahí abajo tirándole piedras al tren! Y bueno, con Marina ya serían dos. Había polvo, sí, pero era soportable. Más bien estuvo de decoración nomás. Saludos
Rowena: Gracias por la visita. Saludos
...
Ever, me encuentro ahí, arriba de ese tren.
Espero lo que sigue...
Mafalda
Como ya dije, demasiado pegaría hacer este trayecto. Una buena película donde un tren es protagonista es The Darjeeling Limited, se trata de uno cuyo caminito es la India de punta a punta. Encima Natalie Portman se embola en el prólogo.
HOla mafalda, justo ahora continúo. saludos
Ale, súper sería una película de este tren y para mí que no tiene nada que envidiarle a los de la india. Saludos
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