He olvidado si fue Schopenhauer o Borges quien dijo aquello de que todo encuentro casual es una cita. No es improbable que la crisálida de la idea se encuentre en el Parerga und paralipomena del primero y que se haya reflejado, ya mariposa, en uno de los señoriales cuentos del segundo. El fin de semana con que se daba la recepción al mes de noviembre me tocó en suerte ir de safari al Cráter Ngorongoro, un volcán extinguido convertido ahora en una especie de Arca de Noé natural. La geografía del lugar y su inconmovible insularidad me trajeron recuerdos de alguna lectura. Mi memoria, que nunca ha sido muy cortés, se negaba a darme el nombre de la obra.
Luego, al ir viendo emerger jirafas y elefantes de entre la vegetación omnipresente pude recordar con claridad. La asociación cuya revelación me estaba siendo negada era con Parque Jurásico. La jirafa, conocida como 'twiga' en el kiswahili rudimentario y dulce, me trajo reminiscencias del braquiosaurio de la película de Spielberg. Ese día pensé en Spielberg y pensé sobre todo en Crichton. En Michael Crichton, autor de la novela en la que se basó la exitosa película. Y el primer martes de noviembre volví a recordar al escritor estadounidense al ver su nombre repetido en los sitios de la web: el cáncer se lo había llevado a los 66 años de edad. Es extraño el modo en que se enlazan las cosas; de mi encuentro casual o mi cita con el nombre de Crichton terminé escribiendo este artículo tras su muerte.
Debo confesar que no fui muy devoto de su obra. De su veintena de novelas he leído tan solo una: Parque Jurásico. Y -siguiendo con la confesión- debo agregar que leí el libro luego de haber visto la película. La novela, labrada con una prosa sencilla y prácticamente desnuda de recursos estilísticos, no sorprende por su estructura formal ni muestra pretensiones de alta literatura. Ningún escritor tiene la obligación de ser Shakespeare. Y eso Crichton lo sabía mejor que nadie. Admirador de Arthur Conan Doyle, Crichton se graduó de antropólogo y de médico en Harvard. Se lo considera el máximo impulsor del tecno-thriller, un género narrativo que combina argumentos de carácter científico con las aventuras de los personajes. En Jurassic Park los científicos, mediante avanzadas técnicas de ingeniería genética, logran crear dinosaurios a partir de la sangre de éstos almacenada en el interior de mosquitos fosilizados en ámbar. El libro, superior a la película, permite una muy rápida lectura; la idea es estupenda y la ejecución no le va en zaga. La interpretación un tanto descafeinada que da a la Teoría del Caos podría ser considerada como una peccata minuta. Entre lo que hizo él y otros autores considerados como best sellers me quedo largamente con Michael.
Parque Jurásico provocó un reverdecer global de la pasión hacia los dinosaurios. Una auténtica “dinomanía” a escala planetaria. Crichton tuvo el olfato y la habilidad para escribir obras atractivas al gran público. Su nombre figura en la portada de la mayoría de esos libros de tapas coloridas que llenan las manos de los turistas norteamericanos en los aeropuertos. Literatura para las masas, pero con ingenio y buenos argumentos. Novelas elaboradas con la mente puesta en el cine, narración visual, la pluma de Crichton trabajando como si estuviera simplemente describiendo los storyboards ya dibujados en su cabeza. No es fácil escribir de ciencia para el gran público. Stephen Hawking, en una de las páginas de su Breve historia del tiempo, comenta que alguien le dijo que cada ecuación que incluyera en el libro reduciría las ventas a la mitad. Cosa similar tenía que afrontar Crichton, salvando los obvios años-luz de distancia entre el físico y el escritor.
Y murió nomás Crichton. Un autor de gran creatividad que se documentaba muy bien antes de empezar a novelar. Vendió más de 150 millones de ejemplares y dejó cientos de escritores "que le imitan con alas de cera", como diría de los fracasados clones de Góngora el apreciable Lope de Vega. Paleontólogos orientales, en una muestra de alucinada occidentoxicación, bautizaron a su hallazgo fósil de un ejemplar que vivió en el Cretácico como Crichtonsaurus Bohlini, en homenaje al autor que nos ocupa. Ha muerto un buen narrador, un novelista inteligente y entretenido; alguien que dentro de la constelación del tecno-thriller era la estrella más luminosa. Se ha ido el escritor superventas, el Crichtonsaurus, el monstruo editorial.
El 4 de noviembre desperté y el dinosaurio ya no estaba allí.
Javier V. (jviveros@gmail.com)
4 comentarios:
Bien ahí, Javier. Che, con alas de cera es que se queman en el vuelo? Saludos y bienvenido.
Ke epa kreo ke fue el vaskuense savater el úniko ke dijo ke el libro era bueno.pero ser superventas es otra historia, no?
pero ir tan lejos para leer a un best sellers? Mbaeiko pea, javier che duki, metele typycha hü a esa basura yankee!!!
Lo de señorial yo lo entenderé mejor si lo traduzco al vernákulo: "karai guasú", el, pachorrudo parawayensis, letrado, cazurro, pues el callar mucho y habla poko le da aire y aura de sabio, emitir la voz desde el arriba, pontificial, retóriko,solemmneté, etc...
La frase final parece de alivio, no? Menos mal! Imagínese despertarse y encontrar un brontosaurio masticándose los libros al pie de su cama. Un bajón.
Saludos!
Kuru, el libro de Crichton lo lei hace mucho, en Paraguay. Pero lo volveria a leer si lo tuviera a mano. Asi como todos los de JLB. Finalmente, basta con que a uno le gusten. And the remainder is silence.
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