Ed. Losada, Buenos Aires 1998
“las dalias, dopadas en su obeso estoicismo…”
pp. 18
Enrique M. Butti ubica esta aventura en la novela de que nos ocupamos.
Aquí el primer cuestionamiento: al escribir sobre alguien como Gadda (podríamos decir Machado de Assis, Joyce, Broch) , a quién debemos dar primacía, ¿al hombre o al escritor? ¿Son dos seres distintos o acaso una misma cosa? Si un escritor es tanto su obra como su vida, entonces la sinécdoque es posible desde cualquier punto de partida: tomamos un párrafo de alguno de sus libros y explicamos su infancia; o bien tomamos un par de años y explicamos su obra. ¡Si las cosas fueran tan sencillas!
Butti, en este libro, toma como fundamento biográfico la estadía chaqueña de Gadda, pero el que está en la región y época de la historia es la escritura de Gadda, su forma de contonear palabras, su sensualidad verbal, su literatura. Indí… entrama novela de aprendizaje y policial. La narra una voz insolente, hipersensible a los matices del mundo, y cobija en su discurso la polifonía chaqueña de la época en que transcurre la historia: es decir, el que llega a la Argentina es nada menos que el Zafarrancho… gaddeano.
La prosa florida entrecruza varias tradiciones: la densidad cómica de Quevedo, el detallismo paranoico de Gombrowicz (en cierta medida, Indí puede leerse como la contracara del Diario Argentino), los modismos italianos y algunas variaciones lingüísticas supongo que fruto de la inspiración (como por ejemplo el idioma hablado por el repartidor de flores y los indígenas); en otras palabras, un pastiche personalísimo, homenaje indudable a Gadda.
La novela es excepcional. Hacia el final, sin embargo, resulta un poco difícil seguirle hilo (al menos para mí), pues crece la importancia del enigma a resolver, un crimen, cosas con el poblado, no le di mucha bola, etc., que no sé qué tanto importan. En fin, el argumento es solo excusa para la magia.
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