miércoles, 26 de diciembre de 2012

"El congreso de literatura", de César Aira

 Editorial Mondadori, 2012
"traducido" por el narrador


"Lamentablemente no tengo el don de la improvisación"
pág. 103


En este divertimento se ponen en práctica varias cuestiones teóricas de la literatura de Aira.
La trama la cuento porque de todas maneras es un poco conocida: un escritor, César, a la vez científico loco, asiste a un congreso de literatura en Mérida, Venezuela, donde intenta clonar a Carlos Fuentes, pero poco antes descifra una incógnita de piratas que lo lleva a un tesoro, que lo vuelve muy rico.
La novela es el memorial que escribe César sobre hechos recientes que le sucedieron en Venezuela. El primer capítulo narra la anécdota del descubrimiento del tesoro, que quizá no tiene importancia en la trama siguiente, pero sirve para dejar asentado cómo funciona la genialidad del narrador, que él define como producto de múltiples coincidencias -culturales, biológicas, del azar- que lo hicieron particularmente apto para llevar a cabo ciertas cosas, que son explicadas en la narración. El segundo capítulo trata del congreso. Aquí César asiste a la representación teatral de una de sus novelas, roba una célula de Carlos Fuentes para clonarlo, encuentra un antiguo amor a través de una joven venezolana, estudiante de Letras, llamada Nelly (que funciona como embajadora de otro amor, Amelia, también venezolana, estudiante de Letras, a quien conoció en un viaje anterior; y Amelia a su vez remite a otro amor aún más viejo de César por una muchacha de su barrio, cuando era adolescente). La clonación de Fuentes sale mal y los acontecimientos de las páginas finales son catastróficos, más o menos como casi todos los textos de Aira: la explosión de la trama, etc.
Pero el narrador no solo cuenta, si no más bien explica: primero establece un concepto, el de "traducción", y en adelante va traduciendo los sucesos, relacionándolos más o menos con otras ideas que se le van ocurriendo, pues el narrador sufre de hiperactividad cerebral. Por lo mismo, los hechos son narrados a la buena de Dios, lo cual es excusado por el narrador en el comienzo del segundo capítulo: «Para hacerme entender en lo que sigue tendré que ser muy claro y muy detallado, aun a costa de la elegancia literaria». En rigor, a la par que traduce, el narrador va tapando todos los baches con explicaciones: cuál es el dispositivo literario que utiliza, cuándo lo hace, qué resultados puede tener tal o cuál decisión, e incluso define rasgos de su literatura y sobre todo se adelanta a prácticamente cualquier interpretación que se pueda tener al respecto. Están, nombrados  por el narrador, en mezcolanza tipo mermelada, los representantes del arte del quiebre, de la resiginificación, del autoposicionamiento y el humor gratuito: Duchamp, el surrealismo, el dadaísmo, el arte conceptual (más que narradas, las situaciones son conceptualizadas y puestas en relación como en una ponencia), Borges, etc. También está presente el armastote conceptual del arte posmoderno: interpretación en perspectiva, el simulacro, la inteligencia como trampa, el pensamiento como un juego de velocidades (deleuzianismo bastante bonito en el libro escrito tipo preescolar), el arte-ciencia, el lenguaje como válvula-vehículo de la "huida hacia adelante" (explicada también), la Gran Obra, el vampirismo de estilos, la improvisación, la desmesura, la progresión vertiginosa, el ovillo de la explicación, y más, todo en cordial tono chapucero. Básicamente, el narrador nos indica que debemos leer sus memorias como esos trabajos escolares en que los profesores miden la capacidad del alumno por el juego dialógico que hace entre conceptos. En un centenar de páginas, el texto se sobresatura de teoría, como de caramelos cuya cantidad excediera la capacidad de la piñata; luego la narración se termina, es decir: explota.
Me reí mucho en la parte de la obra de teatro. Oh, no quiero mentir: 'mucho' es un decir injusto; me reí, simplemente. Me pareció un poco aburrido, en general, el libro. Creo que me sirvió más que nada para 'escuchar-ver' algunos conceptos manejados por la literatura de Aira; está básicamente explicada hasta tapar todos los poros del mundo. Me aburrió porque no hay baches. El relato ("cuento de hadas dadaísta", define el narrador César -el de la novela- a sus obras) no se cae porque no se eleva, permanece en perspectiva, siendo objeto que contiene reflexiones (explicaciones, excusas, sobre todo). Al final, el narrador abandona a Nelly sin un motivo; esto puede pensarse como apertura, pero tampoco había motivos para estar con ella, esa historia no es la principal, ni siquiera adquiere un estatus subsidiario, más bien está para llenar páginas. El narrador nos dice en una parte que "todo está en lugar de otra cosa", es metáfora, etc.
Igual, que el libro parezca aburrido ya es algo contemplado por el narrador, pues es de esos que están a la vuelta de todo.
En otra palabra, el libro incluye su guía de lectura para tontos, de la que conviene no alejarse.
Tal vez lo que hay que hacer (de hecho, casi todos lo hacen) a la hora de comentar un libro de Aira sea lo que Sandra Contreras: repetir lo dicho por él de sí mismo hasta el hartazgo.

2 comentarios:

mario skan dijo...

Cambié con una compañera Rabia de Bizzio por Ema, la cautiva ( éste último para mua ), uno de sus libros más emblemáticos: Indios cultos, frontera paradisíaca, una cotidianidad repleta de cliches y uno se pregunta qué hace Aira, escribe para una minoría ? reescribe la tradición literaria argentina ? se caga de risa ? claro que si y las críticas escritas por los popes a veces se zafan y se interrogan si este Aira no es una especie de personaje de Batman. otros son más escatológicos. En fin, cuando pinta pego una vuelta a Aira porque reconforta y convulsiona. Saludos de fin de año Ever.

e. r. dijo...

Hola, Mariano!
Feliz año también!
Acordate que el humbert tiene un ejemplar para vos de Osobuco, se lo recuerdo pronto. Saludos