(Décima Editora, 2015)
1
Tal vez sólo sea por una suerte de azar sostenido por la comodidad que nos limitamos a hablar con sonidos. Pudimos haberlo hecho solamente y para siempre por señas; o con herramientas especialmente preparadas para hacerlo, no sé, digamos por cierta disposición de ramas y hojas y piedras, por ejemplo, o por cosas que señalamos, o moldeando estas cosas, dibujando, etc.; o bien pudimos hablar en tlöniano; o haciendo círculos de humo con nuestros cigarrillos, de noche y en la intemperie, como ocurre en una hermosa novela de Fernand Combet; o aún mejor limitarnos a los besos y caricias...
En la novela de Broemmel, Marcelo, el personaje principal, habla en flores. No a través de, sino en: la voz le fue sustituida por flores. La situación de Marcelo es, en última instancia, una condición lingüística particular, insólita, pero que, por códigos compartidos de belleza y fealdad, nos permite una aproximación a lo que dice: es un lenguaje que nos resulta relativamente legible.
Yo te mando un abrazo en los espirales del humo de mi cigarro.
ResponderEliminarEspero que llegue hasta allá
llega, Workaholica
ResponderEliminary te va otro humeante abrazo