sábado, 8 de diciembre de 2012

"La cebolla", de Antonio Moresco



Editorial Melusina (sic), España - 2007
Trad. Piero Dal Bon y Albert Fuentes 

Una pareja llega a una ciudad (cuyo nombre el narrador, quijotescamente, omite), entre trabajadores. Se instalan en un monoambiente que antiguamente fue una cocina. En la cabecera de la cama, todavía queda una pegatina que representa una cebolla. Ahí pega la oreja el narrador, para escuchar lo que cuchichean sus vecinos. Mientras tanto, la mujer escucha música con auriculares, que el narrador siente salir de la vagina de ella, por lo que cada tanto cambia la ubicación de la oreja: va de la cebolla a la vagina de su novia, y cada tanto a la ventana desde donde se escucha trabajar a los basureros y a unos obreros que están remodelando el edificio. Otras actividades del narrador: cogerse a su mujer, atormentarse por una perpetua erección y calentura, cuidar a sus tortugas, caminar por la ciudad donde se encuentra paranoicamente caras conocidas por todas partes (incluso en la television) y sentarse en bancos de plaza a mirar palomas, otras parejas, niños y madres. Los únicos nombres son los de los vecinos de el otro lado de la cebolla, Tato y Tata, a los que el narrador espía e intenta intimidar con sus proezas sexuales.
Mezcla de pornografía, delirio persecutorio y un homorismo petrificante, "La cebolla" explora novelísticamente tanto los límites del lenguaje como del erotismo, que a fin de cuentas son lo mismo. Para ello, prescinde prácticamente de lo anecdótico: salvo la mecánica del coger que con pocas variaciones va desplegándose página tras página.
La mujer del narrador es la que trabaja y consigue el dinero. Apenas llega a la casa, se pesa en una balanza, desnuda, luego escucha música con los auriculares, y cada tanto -para horror del narrador-, y menstrúa, y se masturba haciendo chapotear los dedos en los líquidos de la vulva, y se abre de piernas, o bien se pone boca abajo, o a horcajadas, o se sienta sobre el narrador, para dejarse penetrar por la boca, la vagina y el culo, o bien lo masturba a él, que puede golpearla, darle órdenes específicas, siempre guiándola a ella que obedece con a veces alguna queja que sin embargo no impide la reacción positiva a las palabras de él; y tiene orgasmo tras orgasmo, o no tienen ninguno, pero no puede parar de estar excitada. El narrador vaga, o bien por la mecánica sexual, o bien por sus tormentos existenciales, que son mínimos, ya que prácticamente no implican pensamiento: básicamente, la contingencia exige de él una reacción fisiológica: eyacular, caminar, limpiarse la verga, comer, alimentar a sus tortugas, escuchar tras la cebolla, ver a la mujer pesarse desnuda en la balanza, o bien mirar lo que ocurre en las calles. No hay reflexiones, solo descripciones, detenidas estas en minucias detalladamente relatadas.
Me gustaría un montón detenerme en varias cosas sobre este libro, plagado de subrayados y apuntes míos, pero es sábado y son las once de la noche y me da pereza.
Lo que sin embargo quiero apuntar es la aventura que implica seguir los derroteros de la adjetivación de Moresco. Nunca el sexo deja de ser fisiológico, terrestre, volcánico: no hay sobredimensionamientos metafóricos, es más, no hay metáfora, sino solo aproximaciones descriptivas: el coger para sí. Otra cosa, las referencias a la naturaleza, como fiel lector de Levy-Strauss (Tristes trópicos), encuentra lo familiar en los deshechos humanos: condones usados, basura, exploción sexual. Todo el mundo está cogiendo, aunque parezca estar hablando, regando las plantas, mirando por una ventana.
¿Qué significan las palabras cuando ponen en escena su materialidad? ¿O el sexo, o la vida? ¿Más que el estar pasando? ¿O encebollándose, oliendo, mezclándose? Se detiene en esto Moresco, y nos erecta de una risa espasmódica.
Es tan triste que no haya más libros geniales. Pero a la vez, gracias a esto, podemos disfrutar más intensamente algunos como este.
En fin, saludos.

2 comentarios:

Jorge Ramiro dijo...

Me gusta poder disfrutar de diversas novelas. Desde que me mude solo a través de Zukbox Argentina me gusta leer todos los meses nuevos textos y por eso estoy comprando constantemente nuevos ejemplares

e. r. dijo...

Interesante...
:P