jueves, 8 de marzo de 2012

cofolladores, según Javier Marías


«Cuando sé de infidelidades sexuales o asisto a intercambios de pareja o a segundas nupcias -también cuando veo en las calles putas al pasar en mi coche o en taxi o andando- siempre me acuerdo de mi época de estudiante de Filología Inglesa, en la que aprendí la existencia de un verbo abolido y antiguo, un verbo anglosajón que no ha pervivido y que además no recuerdo exactamente cuál era, lo oí mencionar una vez al profesor en clase y se me grabó para siempre su significado, que tengo en cuenta, pero no su forma. Ese verbo designa la relación o parentesco adquiridos por dos o más hombres que hay yacido o se han acostado con la misma mujer, aunque sea en diferentes épocas y con los diferentes rostros de esa mujer con el mismo nombre en todas las épocas. Lo más probable es que el verbo llevara el prefijo ġe, que originalmente significaba 'juntos' y en anglosajón indica a veces camaradería o conjunción o acompañamiento, como algún sustantivo que no he olvidado, ġe·fēra , 'compañero de viaje', o ġe·sweostor, 'hermanas'. Supongo que sería algo parecido a nuestros prefijos 'co-', com-' o 'con-' que aparecen tan amenudo, en 'copartícipe' y 'comensal' y 'comilitón' y 'compinche' y 'cómplice' y 'cónyuge' y tantas tras palabras, y ese verbo desaparecido que no recuerdo tal vez fuera ġe·licgan, puesto que licgan quiere decir 'yacer' y la traducción e idea sería 'conyacer', o bien 'cofollar' si el vocablo fuese más rudo. Aunque puede que lo que transmitiera esta idea no fuera el verbo sino un sustantivo, tal vez ġe·brȳd-guma, que sería 'connovio', o quizá ġe·for·liġer, 'cofornicación', quién sabe, y me temo que nunca volveré a saberlo, ya que cuando quise confirmar la memoria y recobrar la palabra además de la idea y llamé a mi antiguo profesor para preguntarle, me dijo que no se acordaba; consulté mi vieja gramática anglosajona y no encontré nada en ella ni en el glosario adjunto, tal vez lo inventó mi recuerdo; y así me limité a conjeturar estas posibilidades que tengo presentes cuando se da el caso. Pero existiera o no, este verbo o nombre medieval era de cualquier manera útil e interesante y también vertiginoso... Ese parentesco o vínculo lo ignoramos muchas veces los hombres como las mujeres, y su manifestación más tangible y visible es la enfermedad, a la que están más expuestos los que vienen luego, más cuanto más tarde o más luego, quizá por eso las vírgenes fueron tan apreciadas en tiempos y algo remotos. Y ese parentesco que tampoco se elige puede ser molesto o vejatorio u odioso cuando se sospecha o conoce, tenerlo lleva con frecuencia a la gente a detestarse y aun a matarse, es raro y a la vez común, acaso era un vínculo principalmente de odio el que designaba el verbo y por esa razón no ha sobrevivido en la lengua heredera ni en otras, un nexo de rivalidad y malestar y celos y gotas de sangre, una red con estribaciones o afluentes múltiples que podrían llevarse hasta el infinito y que ya no queremos denominar o albergar en la lengua aunque sí la concebimos con el pensamiento y los hechos, también un fastidioso recordatorio, los conyacentes o cofolladores; si bien lo contrario es asimismo posible y hay quien sabe que ciertas asociaciones sexuales por mujer o por hombre interpuestos dan prestigio y ennoblecen a quienes las establecen o contraen o adquieren, a los que vienen luego, que reciben tanto enfermedad como el aura, seguramente más hoy que en ninguna otra época o más públicamente...»

pág. 199 - 201

Javier Marías, "Mañana en la batalla piensa en mí"
DeBolsillo - Buenos Aires 2007