viernes, 29 de agosto de 2008

Ribeyro


Sin haber sido un fumador precoz, a partir de cierto momento mi historia se confunde con la historia de mis cigarrillos. De mi período de aprendizaje no guardo un recuerdo muy claro, salvo del primer cigarrillo que fumé, a los catorce o quince años. Era un pitillo rubio, marca Derby, que me invitó un condiscípulo a la salida del colegio. Lo encendí muy asustado, a la sombra de una morera y después de echar unas cuantas pitadas me sentí tan mal que estuve vomitando toda la tarde y me juré no repetir la experiencia.

Juramento inútil, como otros tantos que lo siguieron, pues años más tarde, cuando ingresé a la universidad, me era indispensable entrar al Patio de Letras con un cigarrillo encendido. Metros antes de cruzar el viejo zaguán ya había chasqueado la cerilla y alumbrado el pitillo. Eran entonces los Chesterfield, cuyo aroma dulzón guardo hasta ahora en mi memoria. Un paquete me duraba dos o tres días y para poder comprarlo tenía que privarme de otros caprichos, pues en esa época vivía de propinas. Cuando no tenía cigarrillos ni plata para comprarlos se los robaba a mi hermano. Al menor descuido ya había deslizado la mano en su chaqueta colgada de una silla y sustraído un pitillo. Lo digo sin ninguna vergüenza, pues él hacía lo mismo conmigo. Se trataba de un acuerdo tácito y además de una demostración de que las acciones reprensibles, cuando son recíprocas y equivalentes, crean un statu quo y permiten una convivencia armoniosa.

Al subir de precio, los Chesterfield se volatilizaron de mis manos y fueron remplazados por los Inca, negros y nacionales. Veo aún su paquete amarillo y azul con el perfil de un inca en su envoltura. No debía ser muy bueno este tabaco, pero era el más barato que se encontraba en el mercado. En algunas pulperías los vendían por medios paquetes o por cuartos de paquete, en cucuruchos de papel de seda. Era vergonzoso sacar del bolsillo uno de estos cucuruchos. Yo siempre tenía una cajetilla vacía en la que metía los cigarrillos comprados al menudeo. Aun así los Inca eran un lujo comparados con otros cigarrillos que fumé en esos tiempos, cuando mis necesidades de tabaco aumentaron sin que ocurriera lo mismo con mis recursos: un tío militar me traía del cuartel cigarrillos de tropa, amarrados en sartas como si fuesen cohetes, producto repugnante, donde se encontraban pedazos de corcho, astillas, pajas y unas cuantas hebras de tabaco. Pero no me costaban nada, y se fumaban.

No sé si el tabaco es un vicio hereditario. Papá era un fumador moderado, que dejó el cigarrillo a tiempo cuando se dio cuenta de que le hacía daño. No guardo ningún recuerdo de él fumando, salvo una noche en que no sé por qué capricho, pues hacía años que había renunciado al tabaco, cogió un pitillo de la cigarrera de la sala, lo cortó en dos con unas tijeritas y encendió una de las partes. A la primera pitada lo apagó diciendo que era horrible. Mis tíos en cambio fueron grandes fumadores y es conocida la importancia que tienen los tíos en la transmisión de hábitos familiares y modelos de conducta. Mi tío paterno George llevaba siempre un cigarrillo en los labios y encendía el siguiente con la colilla del anterior. Cuando no tenía un cigarrillo en la boca tenía una pipa. Murió de cáncer al pulmón. Mis cuatro tíos maternos vivieron esclavizados por el tabaco. El mayor murió de cáncer a la lengua, el segundo de cáncer a la boca y el tercero de un infarto. El cuarto estuvo a punto de reventar a causa de una úlcera estomacal perforada, pero se recuperó y sigue de pie y fumando.



Julio Ramón Ribeyro, "Solo para fumadores"

7 comentarios:

kurubeta dijo...

"Silvio en el rosedal" es uno de mis cuentos sudakas favoritos, y de toda la literaturaperuca junto con "Casa de cartón" del loko Martin Adán,"cara de ángel" de reynoso,y alguno ke otro de bryce echenique...

e. r. dijo...

por cariño especial yo me quedo siempre con este cuento entre los cuentos peruanos, y tendría que decir que el pajero de vargas llosa tiene también alguno bueno, "el desafío" por ejemplo.

Ojaral dijo...

Así Fogwill en Diálogos del aire:
"ardor recíproco de la llama contenida en la brasa/y la fuerza del hombre que en ella cifra su voluntad//por ella, por ella, brasa, imagen, succión/venida desde el fondo vacío que nos sostiene"
Pienso también en Svevo y en Cabrera Infante, esos grandes fumadores (y en Tamarit, claro).
Ribeyro siempre compensa el esfuerzo de leerlo.
Lindo post, saludos.

e. r. dijo...

"...¡es el Tedio!, tiene en los ojos lágrimas falsas,
y fuma la pipa mientras con patíbulos sueña." dice el poema al lector de baudelaire, aunque probablemente no sea tabaco lo que fuma. Y yendo en esas, las confesiones de de Quincey contienen pasajes que bien pueden aplicarse a sensaciones de fumadores de tabaco normal, en ocasiones particulares.

En cuanto a los tabaqueros, uno de los poemas más hermosos que se hayan escrito:
Estou hoje dividido entre a lealdade que devo

À Tabacaria do outro lado da rua, como coisa real por fora,
E à sensação de que tudo é sonho, como coisa real por dentro.(Tabacaria)

Y uno de los mejores títulos de libro que leí y no pude encontrar aún:
"Arte de fumar y tomar tabaco sin disgustar a las damas", F. De Paula Mellado (1833).

Saludos, Ojaral,
bienvenidas tus visitas
pd. gracias por lo de fogwill

kurubeta dijo...

Ever, no pude ainda visualizar tu post dominguero, el feed lo muestra como actualizado pero al clickear nada...vanishing post!!

Anónimo dijo...

vargas llosa no salva a nadie... de los peruanos, lejos ribeyro es el mejor. de los argentinos borges, de los chilenos bolaño, de los uruguayos onetti, de los colombianos nadie.

Anónimo dijo...

This is really [url=http://www.saclongchamppliagefr.eu]sacs à main longchamp pas cher[/url] interesting, You're an overly professional blogger. pliage longchamp [url=http://www.saclongchamppliagefr.eu]prix sac longchamp pliage[/url] ,I have joined your rss feed and stay up for searching for more of your magnificent post. Additionally, I have shared your website in my social networks!