sábado, 7 de junio de 2008

Del novelista inglés Julian Barnes

Nunca leí un libro de Julian Barnes, hasta el año pasado creí que era una mujer, pues tenía grabado en la computadora en formato PDF “El loro de Flaubert”, que me llamaba la atención constantemente pero era una época de Philip K. Dick y Roberto Bolaño, también en formato PDF. Julian Barnes es un hombre y no una mujer (probablemente las primeras veces leía Julia en vez de Julian), es inglés y no francés y “El loro de Flaubert” es una novela bastante famosa, y por lo que dicen muy hermosa. En abril o marzo de este año, no recuerdo la fecha aunque sería muy fácil enterarse buscándola en internet, vino a Buenos Aires este escritor inglés a promover su último libro, “No le hace falta publicidad que ya tiene bastante”, que tiene como personaje a Arthur Conan Doyle, el querido gordo bigotudo que nos dio ganas a todos los chicos que lo leímos de ser detectives y fumar pipa. Demás está decir que la pipa la utilizamos muchos, para despertar nuestras reflexiones, claro, pero no precisamente para resolver casos criminales en pos de una justicia estatal, sino para resolver el crimen de la vida en sí. Decía, fui a ver a Julian Barnes al Malba, enorme cantidad de gente había, no pude entrar al escenario donde estuvo pero pude alcanzar un auricular que me conectaba, traductor mediante, a las palabras que iba desgranando para agradar a todos. Su imagen la veía en una pantalla grande ubicada a unos 40 metros. Tipo delgado, pelo oscuro entrecano, cuidadosamente peinado con raya a la izquierda, que gesticulaba delicadamente con las manos mientras hablaba, sin dejar de sonreír. Triste espectáculo, después de todo. Barnes se declaró lector de Borges, obvio recurso para agradar a los argentinos, pero cuando uno de los presentadores recordó un texto de Borges que resumía en una página la idea de toda una novela de Barnes, este se enojó, dijo un chiste que dejaba a Borges como un copión, la mesa de conferencia se tambaleó un ratito y enseguida volvió a estar todo normal. Dijo, entre otras cosas, puesto en boca de una novelista inglesa relativamente joven, poco más de 35 años, cuyo nombre no recuerdo, que el trío más importante de la literatura inglesa actual, lo conformaban él, McEwan y Martin Amis, y refirió un chiste que ya había leído en una entrevista que le hicieron: cuando los escritores yanquis se vuelven famosos, compran un auto o casa nueva, y cuando lo hacen los ingleses, cambian de máquina de escribir. Creo que dijo que todavía escribe con una máquina de escribir, aunque esto bien puedo estar inventándolo ahora. No soy un cronista de fiar. Cuando terminó la conferencia, hubo gente esperándole para pedirle un autógrafo y este servidor le esperó para verle personalmente al menos un ratito. Entre artistas post-hippies de Palermo y Barrio Norte, le vi salir con cara de asustado luego estar firmando autógrafos por cerca de media hora. Todavía un tipo fuerte, bastante alto y de aspecto amable. Le pregunté si podía tomarle una foto y me miró espantado y dijo que ya se iba corriendo. De hecho, salió corriendo del lugar y yo le perseguí con la cámara (esperé que estuviera a una buena distancia como para que no lo notase) y le tomé un par de fotos que salieron muy oscuras. A todo esto, quiero decir que vi a Julian Barnes, pero todavía no leí ningún libro suyo. El PDF con “E loro de Flaubert” quedó en Luque. Antes de que venga para acá sus libros ya estaban caros: ANAGRAMAs de más de 40 pesos. Y ahora sus libros están todavía más caros. No encontré aún un ejemplar suyo olvidado en un rincón de libros usados. No pierdo la esperanza. Pero no pude sustraerme a la curiosidad en este período así que busqué textos suyos en internet y encontré varias entrevistas, interesantes en la medida en que son interesantes las entrevistas a todos los escritores, es decir levemente interesantes. Aquí hice una ensalada de frases con textos de varias entrevistas. Espero que interesen a alguien tanto como a mí, es decir, levemente.

Novelar
«Se mira de reojo a “lo novelesco”, sin embargo ninguna cuestión semejante se hace en torno a “lo poético”, como si la poesía fuera consustancial a la naturaleza del hombre, y la novela no fuese más que un formato artificial susceptible de caducar según el signo de los tiempos, algo así como la ópera dentro del fenómeno de la música. Sin duda es su calidad de género lo que se vuelve contra ella. Si la poesía ha ganado derecho de extraterritorialidad, la novela está constreñida a cumplir ciertas expectativas; si va demasiado lejos se destruye como objeto, por lo tanto pareciera condenada a convivir con ciertas trivialidades propias del género... La crisis de la novela no revela más que la crisis del pensamiento y los valores en la segunda mitad de este siglo. La realidad se ha vuelto inaprensible, indefinible, múltiple y contradictoria... Si hay una cosa que distingue a nuestra literatura de hoy, ella es una evidente confusión de normas y la incertidumbre de valores... Según parece, las palabras ya no pueden ser usadas simple y naturalmente. Todas las grandes palabras, como amor, odio, vida, muerte, lealtad, traición, contienen significados opuestos y media docena de matices de dudosa implicación. Las palabras se han vuelto tan inadecuadas para expresar la riqueza de nuestra experiencia que hasta la más sencilla frase escuchada en un ómnibus reverbera como si estuviera formada por palabras gritadas ante un acantilado. Sí, la misma novela desmanteló un universo narrativo de ficción y tal vez fuera bueno que eso ocurriera. Luego se observó a sí misma con una mirada traumada que no le dio nueva vida.»

¿Qué es lo que ocurre hoy?
«Hoy no existe una corriente formal que domine el panorama de la narrativa, lo que es de por sí estimulante. Las fuertes tendencias que hegemonizaban el quehacer de los artistas, o que al menos se planteaban como referencias ineludibles, han dejado de existir por lo menos en la literatura, resultado, tal vez, de esta misma sensación de desconcierto. Se puede afirmar que en narrativa se ha ganado el derecho a la diversidad, la particularidad, la diferencia. Hoy día coexisten las más diversas formas y maneras, desde lo marcadamente poético, hasta lo forzosamente prosaico, desde la utilización del melodrama, hasta los experimentos estructuralistas. Lo que ocurre es que la novela, como género, ha expandido sus márgenes engullendo prácticamente a todos los demás géneros literarios. Por cierto que ha perdido forma y contornos, pero ha ganado en amplitud... La literatura ofrece hoy día numerosas y diversas respuestas al fenómeno de la narrativa, sin que éstas sean contradictorias entre sí. Esta sumaria revisión de autores y libros que hoy día ocupan vale la atención de los lectores, dan cuenta de ello. Pareciera, en todo caso, que la narrativa europea, la que históricamente condujo los destinos de la novela, y las obras que se producen en su periferia por otro lado, corrieran por cauces distintos. Mientras la primera rescata la tradición secular de “contar un cuento”, la segunda ha encontrado su fuerza en la particularidad de su propia historia.»

Por qué escribir
«... es que hoy en día el sentido del trabajo del escritor es encontrar sentido al acto de su propia escritura, partiendo del supuesto que no es un hecho “natural” escribir una novela y menos hacerlo con optimismo. En otras palabras, cada novela escrita intenta salvar al género como especie. De esta sensación de indefensión, de este droit de cité (derecho de cita) tan relativo, surgen las mejores obras literarias de la actualidad. Una buena novela en el momento actual forzosamente debe abrir una brecha; de no ser así, pasa a engrosar el montón de pruebas que se acumulan para pugnar su desaparición y que viene a darles razón a los agoreros. El punto de partida de la novela actual es encontrarse una justificación a sí misma, y no como ocurrió antes, por la voluntad de contar una historia. Ya no hay buenas o malas historias en la narrativa.»

Duda del escritor ante la escritura
«Si Balzac sólo considera su historia y su resolución, Flaubert se plantea los problemas de su expresión. En este sentido, es el primero en asumir el escrúpulo y la cautela con que el escritor actual asume su fantasía. ¿Por qué escrúpulo, cautela? Porque es un lector en extremo crítico, en extremo escéptico el que presiente el escritor. Y no es crítico por exceso de interés, sino por el mismo escepticismo, lo que empeora aún las cosas. Se da la paradoja que el lector no espera nada de la novela, pero le pide todo.»

Lo real y la literatura
«La literatura parece una respuesta insuficiente, tardía. La literatura misma arrastra el fardo de lo literario, toda esa chatarra del género que le aporta a la novela ese componente fútil y banal, inofensivo al fin y al cabo, una respuesta que se da de narices con lo real.»

1 comentario:

Anónimo dijo...

Su hermano hizo una traduccion brillante de las obras completas de Aristoteles.